Hoy comienza el Sínodo ordinario para la Familia, y la Providencia divina, en la liturgia del día, ha querido ofrecer a la Iglesia algunos parámetros altamente sugestivos para encuadrar adecuadamente los estudios y discusiones que se llevarán a cabo estos días. Señalo tres piedras miliares que me han llamado la atención.
La primera corresponde al Evangelio que se proclama en la Misa de este día, domingo 27 del tiempo Ordinario, ciclo B, que es –¡vaya sorpresa!– el texto de san Marcos 10,2-16; es decir, la discusión entre Jesús y algunos fariseos acerca del divorcio mosaico. “¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su mujer?” A lo que Nuestro Señor responde: “Al principio de la creación Dios «los creó hombre y mujer. Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne». De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre”. Palabras que a sus mismos discípulos parecieron duras, por lo que retomaron el asunto al encontrarse a solas con el Maestro; el cual les explicó sin ambigüedades: “Si uno se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio”. Si el que se divorcia de su mujer, al casarse con otra comete adulterio, es porque este segundo matrimonio es nulo, y porque el primero no ha sido disuelto por el divorcio.
La segunda reflexión proviene de la primera lectura que también se lee en la Misa de hoy, y es precisamente el texto aludido por Jesús en su Evangelio, es decir, Génesis 2,18-24, donde el autor sagrado pone en boca de Adán al ver por vez primera a su mujer: “Ésta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne! Su nombre será Mujer (literalmente: Varona), porque ha salido del varón”. Y añade el mismo autor inspirado: “Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne”. “Carne” en lenguaje bíblico equivale a una sola cosa, una sola persona. Desde ahora no pueden dividirse sin autodestruirse.
La tercera corresponde al Oficio de lecturas que rezamos los sacerdotes y religiosos en este día, y que, por tanto, han rezado todos los padres sinodales. En este domingo 27 se medita una parte de la Regla pastoral del Papa san Gregorio Magno (Libro 2, 4), que en su fragmento más significativo dice:
“Aquellos a quienes la palabra de Dios acusa de predicar cosas falsas y engañosas son los que, temiendo denunciar los pecados, halagan a los culpables con falsas seguridades y, en lugar de manifestarles sus culpas, enmudecen ante ellos”.
Mientras lo rezaba esta mañana temprano, he tratado de imaginar cómo entenderán este texto quienes sufren del evidente temor de llamar “pecado” a ciertos pecados, como el adulterio (ni en la Relatio Synodi, ni en el Intrumento de trabajo para este Sínodo se dice claramente que “el adulterio es pecado”). O cómo se sentirían quienes dan falsas seguridades de salvación a las pobres personas que se encuentran desgraciadamente en situaciones de pecado y por eso no les predican la necesidad de la conversión. Sigue luego san Gregorio:
“Porque la reprensión es la llave con que se abren semejantes postemas: ella hace que se descubran muchas culpas que desconocen a veces incluso los mismos que las cometieron. Por eso, san Pablo dice que el obispo debe ser capaz de predicar una enseñanza sana y de rebatir a los adversarios. Y, de manera semejante, afirma Malaquías: Labios sacerdotales han de guardar el saber, y en su boca se busca la doctrina, porque es mensajero del Señor de los ejércitos. Y también dice el Señor por boca de Isaías: Grita a plena voz, sin cesar, alza la voz como una trompeta”.
Y más adelante, previniendo que puede hacerse una falsa dialéctica con una pastoral de la misericordia distinta de la predicada Jesús, san Gregorio remataba sus advertencias:
“Quien quiera, pues, que se llega al sacerdocio recibe el oficio de pregonero, para ir dando voces antes de la venida del riguroso juez que ya se acerca. Pero, si el sacerdote no predica, ¿por ventura no será semejante a un pregonero mudo?”
Recemos mucho por el Sínodo y por los Padres sinodales, y por el Papa, que tendrá la última y, en definitiva (con valor de magisterio), la única palabra. Pidamos a Dios Profetas elocuentes. Misericordiosos pero fieles a la Verdad. Y nos libre de los Mudos que no dicen la verdad, y de los Sordos que no escuchan la voz de Cristo, y de los Ciegos que no pueden leer la Palabra de Dios sin saltearse los renglones que ya no brillan ante sus ojos con el esplendor de la verdad.
P. Miguel Ángel Fuentes, IVE
Gracias querido padre por este articulo tan bonito. Creo que Dios nos ha dicho muchas cosas el dia de hoy. Estamos en oracion por el Sinodo que inicia hoy. Y esperemos que todos hayan podido escuchar claramente la voz de Dios.
Padre: ¡Cuánta verdad! Le agrego también un par de textos, regalo de Dios para la liturgia del pasado domingo, se trata de un par de oraciones especialmente significativas a este respecto, la primera está tomada del Salmo 118: “Tu has ordenado, oh Señor, que tus mandamientos fuesen fielmente guardados; ¡ojalá que mis pasos vayan enderezados a la guarda de tus preceptos!”. Y esta otra oración: “Haz, oh Señor, que la acción medicinal de tu gracia nos libre de todas nuestras perversidades, y que nos haga estar siempre adheridos a tus mandamientos”. Amén, amén.
Gracias.
Mil gracias padre Miguel Ángel, siento que la doctrina que nos explica es muy sana, clara, concreta y verdadera y eso me da seguridad, confianza y una gran esperanza. Gracias por ofrecernos esta oportunidad tan cercana. Hija en Cristo Morella.
Exactamente eso fue lo que pensé yo cuando escuché las lecturas dominicales. Gracias por iluminar con este artículo las sombras que acechan a la Iglesia.
El comienzo del Sínodo tuvo estas escrituras como buen impulso, gracias por compartir detalles de las lecturas de los religiosos aparte de las de la Misa. Ahora que se ha acordado que el trabajo inicial debe ser reformado por abarcar demasiado, me parece que va a moverse más hacia un análisis de la familia basado más en las santas escrituras que en las tragedias sociales que se viven hoy. Me parece que los obispos al escuchar la Palabra están permitiendo que el sínodo se dirija acorde con el Espíritu. Si volvemos a la base fundamental del Evangelio y el catequismo original se puede salvaguardar el matrimonio cristiano.