Nota del Blog: en esta entrada publico la excelente conferencia dada por el R.P. Edouard Adé, el 9 de junio de 2015, durante el Simposio de las Conferencias Episcopales de África y Madagascar, reunido en Accra, capital de Ghana, del 8 al 11 de junio. A esta reunión asistieron cinco cardenales y cuarenta y cinco obispos de otros tantos países africanos. El P. Adé es sacerdote de la diócesis de Cotonú, Benín, es Secretario General de la UCAO, la Universidad Católica regional del África Occidental y director del Centro “Notre Dame de l’Inculturation”. Es autor de diversas publicaciones, entre ellas “L’Eglise au Bénin, Méditation sur la relève missionnaire”. Su conferencia llevó el título de “Las expectativas del Sínodo sobre la Familia“. Algunos extractos de la misma aparecieron en algunos pocos medios. Aquí ofrezco la traducción al español, y su versión original en francés. No tiene desperdicio y coincido completamente con todos sus juicios.
Las expectativas del Sínodo sobre la Familia.
P. Edouard Adé
Al instituir, en 1965, el Sínodo de los Obispos como una institución permanente, el beato Papa Pablo VI quería responder al deseo expresado por los Padres Conciliares de mantener vivo el espíritu de colegialidad experimentado durante el Concilio Vaticano II. En el momento en que la Iglesia obraba un aggiornamento que se traducía en una gran apertura al mundo contemporáneo, los sucesores de los Apóstoles sentían la necesidad de “caminar juntos” unidos a su par que tiene la carga del ministerio petrino. Era necesario contar con un órgano colegiado para que los Pastores de la Iglesia, extendidos por todo el mundo –un mundo en creciente aceleración– pudiesen dialogar entre ellos en forma permanente, compartir información y experiencias, en orden a la búsqueda común de soluciones pastorales universalmente válidas y aplicables en la Iglesia, porque existe un único cuerpo de Cristo, cuyos miembros están unidos por una sola fe, un solo bautismo y comparten un mismo Pan. Con los trastornos causados por la globalización, desarrollándose como una máquina que aplasta las culturas y tradiciones religiosas, la Iglesia siente cada día más la necesidad de fortalecer este espíritu sinodal, ya que solos y dispersos, los discípulos de Cristo no pueden afrontar los desafíos que plantea el mundo moderno. El Papa Francisco lo ha sentido con gran agudeza –él, que proviene de la periferia geográfica de la Iglesia romana– y ha querido que la Secretaría del Sínodo de los Obispos sea un elemento clave de la reforma de la Curia Romana. El primer test de esta nueva visión es la cuestión de aquella “célula” del Pueblo de Dios, que los documentos conciliares y el Magisterio Pontificio postconciliar han llamado, tras las huellas de los Padres, “Iglesia doméstica”, y que San Juan Pablo II presentó como “el camino principal de la Iglesia”, puesto que fue el camino elegido por la Santísima Trinidad para la Encarnación del Verbo de Dios. Este test lograremos superarlo juntos si se cumplen las condiciones siguientes:
–Si las familias, al final de la XIVa Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, salen fortalecidas en su identidad, su vocación y su misión.
–Si los Pastores ayudan a las familias cristianas a enfrentar los retos que hoy les presenta un mundo que promueve valores que no son los del Evangelio.
–Si las familias son acompañadas en su camino de fe, si son asistidas para asumir sus fracasos y sus heridas y si son sostenidas en sus esfuerzos de rehabilitación.
I. Las expectativas
1) Un anuncio claro del Evangelio de la familia
Es de desear que el Sínodo, en su deliberación final, no dé por supuesto el Evangelio de la familia, como si el Magisterio del Vaticano II, del beato Pablo VI, de San Juan Pablo II y de Benedicto XVI sobre el tema, fuese ya conocido y asimilado por todos o por un gran número de católicos, y ahora fuese necesario pasar a una pastoral dirigida a aquellos que todavía no la siguen o que ya no lo siguen. De lo contrario, éstos no comprenderían por qué la Iglesia les propone un camino en vista a su plena reconciliación con la vida evangélica. La doctrina debe, por tanto, ser recordada a todos, con claridad, a tiempo y a destiempo.
Lo que más mal puede hacer a la Iglesia es que su comunicación de la verdad del Evangelio sea turbada por otra forma de comunicación. Es por eso que las familias cristianas están esperando una palabra clara de los Padres sobre lo que ellas son, según la Revelación bíblica. La Iglesia no debe cansarse de proclamar esta verdad revelada. Las familias esperan oír decir que el matrimonio, según la voluntad de Dios, es la unión de un solo hombre y una sola mujer, para toda la vida, sin derecho alguno a ser infiel ni a separarse, ni a casarse nuevamente si uno de los cónyuges, por la razón que fuese, abandonase al otro. Las familias necesitan que la Iglesia recuerde, a tiempo y a destiempo, las propiedades y los fines del matrimonio cristiano. Ellas esperan que la Iglesia no se canse de repetir estas verdades. No puede cansarse de repetir la verdad del Evangelio.
La solicitud pastoral debe volcarse a todos por igual: a quienes fielmente siguen el camino del Evangelio al precio de muchas luchas y sacrificios, a quienes, en el camino, probaron el fracaso pero perseveran en fidelidad, y también a aquellos que no fueron capaces de resistir y se han comprometido en nuevas relaciones [afectivas].
2) Las precauciones de lenguaje
La Iglesia, a través de su Magisterio, debe mantenerse precisa en su lenguaje. Puesto que su doctrina del matrimonio no reconoce ni el divorcio ni el nuevo casamiento, no debería hablar de “divorciados vueltos a casar” sino “separados vueltos a juntar”. En caso de que se usar la primera expresión, por ser usada en el orden civil, debería tomarse la precaución de hacer preceder al enunciado la expresión siguiente: “aquellos que son designados como” (divorciados vueltos a casar).
Respecto a la gradualidad, el Magisterio de la Iglesia desde San Juan Pablo II distingue claramente “la ley de la gradualidad” de “la gradualidad de la ley”, siendo esta última contraria a la doctrina católica. La primera, en cambio, admite que un pecador pueda avanzar paso a paso, etapa por etapa, para salir de su situación, pudiendo contar, para ello, con la gracia de Dios que suscita en él el arrepentimiento y el esfuerzo penitencial, y apoyándose en el “bien” que subsiste en él y que el pecado ha podido destruir completamente.
El Sínodo debe velar para que se distinga claramente la afirmación del “bien” que subsiste en el pecador, de la afirmación del “bien” de las situaciones de vida contrarias al Evangelio, lo que es absolutamente otra cosa. De lo contrario ¿por qué quienes viven en tales situaciones deberían dejarlas? Si la gradualidad fuese tomada en el sentido de la “proporcionalidad” de la verdad según la situación que se vive, sería peligrosa, porque entonces significaría “marchar fuera del camino” (Santo Tomás de Aquino). Ahora bien, el Doctor Común decía que “vale más renquear por el buen camino que caminar a grandes pasos fuera de él. Pues quien renquea en el recto camino, aun cuando avanza muy poco, se va acercando al término; pero quien marcha fuera del camino, mientras más velozmente corra, más se aleja del término” (Comentario sobre el Evangelio de Juan, 14,2).
3) Las concesiones ya otorgadas a los “separados vueltos a juntar”
El Sínodo debe recordar las concesiones ya otorgadas por la Iglesia. ¿Son conocidas y aplicadas? ¿Con qué resultados? ¿En qué no cumplen con su objetivo que es la salvación de las almas, y qué más sería necesario conceder?
“La Reconciliación en el Sacramento de la penitencia –que abriría el camino para el Sacramento de la Eucaristía– puede ser concedido solamente a quienes se han arrepentido de haber violado el signo de la Alianza y de fidelidad a Cristo, y están sinceramente dispuestos a llevar una vida que no contradiga la indisolubilidad del matrimonio. Esto significa concretamente que cuando el hombre y la mujer no pueden, por graves motivos –por ejemplo la educación de los hijos– cumplir la obligación de vivir separados, «deben comprometerse a vivir en total continencia, es decir, a abstenerse de los actos reservados a los cónyuges» (Juan Pablo II, Homilía en la Misa de clausura del VI° Sínodo de los obispos, 25 de octubre de 1980, n. 7: AAS 72 (1980), p. 1082)” (Juan Pablo II, Familiaris consortio, 84).
“Sin duda alguna, la plena participación en la Eucaristía se realiza cuando el fiel se acerca personalmente al altar para recibir la comunión. Sin embargo, debe asegurarse que esta afirmación que es verdadera no introduzca entre los fieles un cierto automatismo, como si por el hecho de encontrarse en una iglesia durante la celebración litúrgica, se tuviera el derecho o quizás incluso el deber, de acercarse a la mesa eucarística. Cuando no es posible recibir la comunión sacramental, la participación en la Misa sigue siendo necesaria, válida, significativa y fructuosa. En estas circunstancias, es bueno cultivar el deseo de la plena unión con Cristo, por ejemplo, con la práctica de la comunión espiritual, recordada por Juan Pablo II (cf. Ecclesia de Eucharistia, n. 34) y recomendada por los Santos maestros de la vida espiritual (como, por ejemplo, Santo Tomás de Aquino, Summa Theologica, III, p. 80, a. 1, 2; Santa Teresa de Jesús, el Camino de perfección, c. 35. La doctrina ha sido confirmada con autoridad por el Concilio de Trento, sesión. (XIII, c. VIII).” (Benedicto XVI, Sacramentum caritatis, 55)
Sera necesario, sin embargo, recordar que la expresión “comunión espiritual”, utilizada en los documentos Ecclesia de Eucharistia y Sacramentum caritatis es analógica y posee, en realidad, tres sentidos. Significa:
–la gracia del Sacramento recibido: se comulga espiritualmente y sacramentalmente
–comunión de deseo del niño bautizado que aún no ha recibido la primera comunión
–el deseo de comunión cuando hay un impedimento para la comunión. Benedicto XVI lo llama: “deseo de la plena unión con Cristo”.
4) La cuestión de la homosexualidad
Sobre la orientación sexual, ¿puede la Iglesia enseñar algo diferente de lo que Ella misma ha enseñado hasta ahora, sin contradecir toda la Revelación bíblica? De hecho, se percibe ya la necesidad de precisar el lenguaje cuando se habla de “orientación”, lo que sugiere sutilmente que existen dos posibilidades de igual valor respecto a la sexualidad humana: una homosexual y otra heterosexual. Decir que la orientación homosexual no es lo que Dios ha previsto al crear al hombre “varón y mujer” no significa ofender a los homosexuales.
5) La cuestión de la poligamia
Sería importante para la pastoral de la Iglesia en África que el Sínodo, en su deliberación final, pueda distinguir claramente dos diferentes casos de poligamia: (1) el caso de los polígamos paganos quienes, viviendo en el estado de los patriarcas [del Antiguo Testamento], pueden ser alcanzados por la gracia de Dios, (2) el caso de los bautizados que deciden seguir en la poligamia. Sería importante para la misión de la Iglesia en África que el Sínodo excluya claramente la posibilidad de la poligamia para los bautizados. Sería necesario, sin embargo, que el Sínodo reevalúe la práctica de los privilegios paulino y petrino, para evitar que se añada al pecado de endurecimiento del corazón que hizo posible la poligamia, el de injusticia, especialmente con respecto a las mujeres.
6) El reconocimiento de los casos de nulidad
El Sínodo tendrá que estudiar cómo hacer más accesibles y flexibles los procedimientos para el reconocimiento de los casos de nulidad, manteniendo las dos instancias porque es necesario garantizar la certeza moral del juico. Podría, por ejemplo, no prolongarse innecesariamente el procedimiento, formar un número suficiente de colaboradores competentes para los tribunales y que el procedimiento se lleve a cabo gratuitamente (al menos para los pobres). En todo caso debe evitarse que la “flexibilidad” haga pensar en un reconocimiento del divorcio, lo que constituiría un grave atentado contra la indisolubilidad del matrimonio.
Si la preparación al sacerdocio ministerial y a la vida religiosa requiere una duración canónica obligatoria, ¿habrá que contentarse para [la preparación] del matrimonio con etapas imprecisas y vagas como “preparación remota”, “preparación inmediata” que, a menudo, bajo el fuego de la pasión, terminan por restringirse al máximo? ¿No debería establecerse una duración canónica irreductible para el periodo del noviazgo? Sería importante tener en cuenta la dimensión de la “fe” en la celebración válida de un matrimonio.
II. Un discernimiento de espíritus afinado
1) La trampa de la colonización ideológica y del encerrarse en sí mismo
El Papa Francisco ha alertado varias veces a los Episcopados de los países en desarrollo sobre el riesgo de una “colonización ideológica”. Occidente no debe creer que sus problemas son los únicos en el mundo, puesto que la crisis de la familia que él vive, amenaza también África y Asia (cf. Conferencia de Beijing y el Cairo, Protocolo de Maputo, etc.). Enfrentar esta amenaza, por tanto, no es una tarea reservada solamente a Europa y América del Norte.
Pero si se hace necesario evitar a las Iglesias Jóvenes la trampa de encerrarse en los temas que le serán presentados como típicamente suyos, ellas tienen el imperioso deber de provocar a Occidente para que se abra a otros horizontes culturales distintos del suyo; de ello depende su propia salud cultural.
2) Las ilusiones de una pseudo-apertura
Los Padres sinodales deben tener en claro las ilusiones de un pseudo-apertura al mundo. A creerle a los medios de comunicación, un país que parece estar a la cabeza de los artífices de la apertura de la doctrina católica a las necesidades del mundo contemporáneo, es Alemania. Pero si comparamos las estadísticas de las prácticas religiosas que nos llegan de este país, se pone de manifiesto un gran espejismo: las comunidades protestantes, que desde hace tiempo bendicen las uniones homosexuales y aceptan el divorcio, el aborto y la eutanasia, no tienen más que un 3,5 % de practicantes, contra 10,8 % para el caso de los católicos. Por tanto, es falso que la apertura al mundo vaya a aumentar el número de practicantes católicos. Al contrario, una tal apertura de dilución en el espíritu del mundo, privaría a la Iglesia de la inmejorable oportunidad que ella tiene de presentar a los jóvenes los valores “absolutos” que éstos, desgraciadamente, irán a buscar en los grupos extremistas, los jihadistas, los terroristas, etc. Porque, aunque no se piense en ello, la generación joven busca valores espirituales elevados. Está cansada de la cultura consumista que le impone el mundo globalizado; y espera ver, sin decirlo, una Iglesia sólidamente arraigada en Jesucristo, que tenga el coraje de proponerle valores grandes, de presentarle la santidad como un camino accesible a todos.
3) Aplicar las reglas de discernimiento
El Papa Francisco, como buen hijo de San Ignacio, es muy sensible a las reglas de discernimiento de espíritus. La Iglesia reunida en Sínodo, no debe perseguir su propio fin de manera oblicua. Esta marcha hacia el fin requiere rectitud de pensamiento y pureza de intención, como enseñaba Balduino de Ford. De hecho, sucede que “algunas cosas pueden tomar la apariencia de auténticas virtudes, como también de vicios, engañando los ojos del corazón. Por sus seducciones propias, estas pueden perturban la vista de nuestra inteligencia al punto de hacerle tomar muchas veces como buenas, realidades que, en realidad, son malas, y, por el contrario, de hacerle percibir el mal allí donde, de hecho, no existe. Éste es un aspecto de nuestra miseria y de nuestra ignorancia, que debemos deplorar y en gran medida temer”. Es por esto que el Apóstol San Juan recomienda examinar los espíritus para ver si realmente proceden de Dios.
Gracias a este sentido de discernimiento, los Padres sinodales deben permanecer vigilantes ante la estrategia del Enemigo del género humano, quien, como un león, ruge y merodea, buscando a quien devorar. Realmente da vueltas en torno a la Iglesia para descubrir el punto débil por donde pueda irrumpir. Estamos invitados a resistirle firmes en la fe (cf. 1Pe 5,8-9).
4) Las oposiciones artificiales
Una de sus grandes estrategias es hacer mucha publicidad creando artificialmente algunas oposiciones: se escuchará a los medios de comunicación hablar mucho de “conservadores” y “renovadores”; de aquellos que son partidarios de una “doctrina elitista” y de aquellos que se inclinan por una “pastoral relativista”. En medio de estas oposiciones artificiales, llevadas al extremo, presentarán “posiciones intermedias” que buscarán proponer posiciones “de comprensión y ternura” con algunas “mejoras mínimas”. Pero, de hecho, como nos enseña la geometría, la más pequeña desviación en el punto de partida, da como resultado una gran desviación en el punto de llegada. Por tanto, la estrategia deberá ser aquí encontrar la más pequeña “apertura” que puede satisfacer a todas las posiciones durante el tiempo del Sínodo. Pero la hermenéutica de esta “pequeña concesión” –pensemos aquí en ciertos casos especiales para los cuales algunos, de quienes no se puede dudar la ortodoxia, reclaman una atención misericordiosa– podrá en el futuro conducir a grandes divergencias doctrinales. Sería necesario explicar a los medios de comunicación que los Padres sinodales no van a Roma para “competir” con la esperanza de llevar a sus Iglesias locales un trofeo. No se debe esperar sino una única victoria: el triunfo del espíritu del Evangelio sobre el espíritu del mundo.
5) Las anticipaciones pastorales arriesgadas
Algunos pastores sin permiso de la Santa Sede ya han iniciado prácticas contrarias a la disciplina común y pretenden que el Sínodo las ratifique. Tales actitudes pastorales deben ser denunciadas con el máximo rigor.
6) Los puntos de vigilancia
El método utilizado por el Príncipe de este mundo para intentar desestabilizar la Iglesia es la del “caballo de Troya”. He aquí los troyanos que el enemigo podría introducir durante la Asamblea Sinodal:
Troyano 1: Encontrar un “nuevo lenguaje” para las verdades inviolables.
Este requisito de hallar un nuevo lenguaje está muy presente en la Relatio Synodi y en todos los debates que se están llevando a cabo desde la clausura de la Asamblea extraordinaria de octubre de 2014. Es cierto que la nueva evangelización y el esfuerzo de la inculturación de la fe en el mundo contemporáneo exigen una forma de comunicación que sea accesible al hombre contemporáneo, al modo como Jesús, en su tiempo, utilizó parábolas para hacerse comprender por sus oyentes. Pero, como nos lo muestra el Evangelio, estas mismas parábolas no eran comprendidas por todos, incluidos los discípulos que compartían la vida con Jesús. Era necesario que él les explicara, en privado, el significado de las parábolas. ¿Tenemos nosotros el derecho a ocultar esta labor de explicación? ¿Es realmente la palabra la que perturba al hombre contemporáneo o la realidad a la que aquélla remite? Por más que nos hubiéramos atrevido a cambiarlo, nos daríamos de bruces con la irreductibilidad del el autor, a menos que quisiéramos cambiarlo también a él. En ese caso, ya no estamos más dentro de la doctrina católica. ¿Cómo se explica, por ejemplo, que la teología del cuerpo –tal como la ha desarrollado Juan Pablo II– moleste al mundo contemporáneo, haciendo necesario reemplazarla con una teología del amor si no existiera la voluntad de borrar la diferencia inscripta en la corporeidad –la diferencia sexual– creada por Dios que los hizo varón y mujer? Eliminar el cuerpo, es eliminar el misterio de la Cruz, es eliminar el misterio de la Iglesia, es eliminar el misterio de la familia.
Troyano 2: El discurso sobre los valores.
En la Relatio Synodi, se ha planteado también la cuestión de los valores “positivos” que pueden encontrarse en los “divorciados vueltos a casar”, en las “uniones homosexuales”, etc. Hay que mantener aquí firmemente –siguiendo la escuela de Santo Tomás de Aquino– la distinción entre reconocer el “bien” que se encuentra en el pecador y reconocer el “bien” de su situación pecaminosa. De lo contrario también habría que sostener que la poligamia entre bautizados es un valor, pues de eso se trata en el caso de los “separados vueltos a juntar”. Para forzar aún más la comparación: admitir que hay valores “positivos” en estas uniones contrarias a los valores del Evangelio, significa admitir que hay algún “bien” en un grupo de terroristas, en una mafia o en cualquier otra asociación de ese género, por la sencilla razón que las personas que viven en estas redes son capaces de olvidarse de sí, de actos de solidaridad, de lealtad y de muchos otros valores que se encuentran en las asociaciones de beneficencia.
Troyano 3: La idealización de las exigencias evangélicas
Hay una frase que surge a menudo en los debates actuales sobre la familia cristiana y el matrimonio católico con su indisolubilidad, su unicidad, sus exigencias de fidelidad y de apertura a la procreación. Tales valores son presentados como “ideales”. Pero detrás de esta forma de presentación se esconde, en realidad, un gran peligro, porque con ello se presenta la observancia de los mandamientos de Dios como un objetivo elevado, pero inalcanzable para el común de los mortales. Si fuera así, el Evangelio no sería una “Buena Noticia” para el hombre, sino una carga que sería inútil proponerle.
Troyano 4: Ambigüedades y palabras engañosas.
Ya en la Relatio Synodi, pero también en los debates que se están llevando a cabo en la actualidad, se intenta deslizar algunas formulaciones. Se comienza por decir algo que doctrinalmente no provoca reacciones adversas y se termina con una propuesta inaceptable o ambigua.
Se dice, por ejemplo: nosotros no queremos un “matrimonio para todos”, pero sostenemos que la Iglesia debe tener en cuenta “los valores vividos” en otras formas de unión estable, fiel, etc.
Ahora bien, San Ignacio ya nos ha prevenido sobre tales razonamientos: se debe examinar si lo que comienza bien termina, asimismo, bien, porque el Enemigo del género humano posee el arte de transformarse en “Ángel de luz”. Él sugiere al alma fiel pensamientos conformes a la piedad y termina por atraerla a sus perversas ideas. Es por esta razón que San Ignacio recomienda saber reconocer la serpiente por su cola.
En conclusión
El incidente de la publicación del informe provisorio de la Asamblea extraordinaria en los medios de comunicación –informe que contenía propuestas rechazadas por gran parte de los Padres sinodales– no ha hecho honor a la Iglesia católica. El Sínodo de los Obispos no es el Sínodo de la opinión pública internacional. La Iglesia está llamada a no olvidar lo que Ella es. La Iglesia no debe tomar como modelo las organizaciones civiles, donde los resultados de las asambleas son escritos de antemano y sometidos a votación cuando todo el mundo está cansado. Si creemos que es el Espíritu del Señor el que guía a su Iglesia, entonces debemos tener la paciencia de caminar juntos bajo la moción de ese mismo Espíritu. Es en la “marcha sinodal” donde debemos escuchar lo que el Espíritu dice a las Iglesias. Y el Espíritu no puede decirle algo distinto de lo que el Hijo le ha revelado.
Si hay el conjunto de los fieles cristianos esperan algo de sus Padres Obispos, es que escuchen al Espíritu Santo y que tengan cuidado de los troyanos que el Enemigo del género humano puede deslizar en sus deliberaciones.
Padre Edward ADE
Centro de investigación “Nuestra Señora de la Inculturación”
Universidad Católica de África del oeste
TEXTO ORIGINAL EN FRANCÉS
Les attendus du Synode sur la Famille
Quelques points de discernement. Accra, le 9 Juin 2015, Symposium des Conférences Episcopales d’Afrique et Madagascar
par Edouard Ade
En instituant en1965 le Synode des Evêques comme une institution permanente, le Bienheureux Pape Paul VI voulait répondre à un désir exprimé par les Pères Conciliaires de maintenir vivant l’esprit de collégialité vécu au cours du Concile Vatican II. Au moment où l’Eglise opérait un aggiornamento qui se traduisait par une grande ouverture au monde contemporain, ce besoin d’une marche ensemble des successeurs des Apôtres avec leur pair qui a la charge pétrinienne se révélait de grande nécessité. Il fallait un organe pour que les pasteurs de l’Eglise répandus à travers le monde, un monde en pleine accélération, puissent dialoguer de façon permanente entre eux, partager informations et expériences, en vue d’une commune recherche de solutions pastorales universellement valables et applicables dans l’Eglise, parce qu’il n’y a qu’un seul Corps du Christ dont les membres sont réunis par une seule foi, un seul baptême et ont part à un seul Pain. Avec les bouleversements occasionnés par une mondialisation se développant en rouleau compresseur pour les cultures et les traditions religieuses, l’Eglise ressent chaque jour un peu plus la nécessité de renforcer cet esprit synodal, car en rangs dispersés les disciples du Christ ne sauraient affronter les défis que leur pose le monde contemporain. Le Pape François l’a senti avec une grande acuité – lui qui venait de la périphérie géographique de l’Eglise Romaine – et a voulu que la Secrétairerie du Synode des Evêques soit un élément cardinal de la Réforme de la Curie. Le premier test de cette vision est la question de cette cellule du Peuple de Dieu, que les documents conciliaires et le magistère pontifical post-conciliaire ont appelé, à la suite des Pères, «l’Eglise domestique», et que St Jean-Paul II a présenté comme la «route principale de l’Eglise» parce qu’elle est la route que la Trinité Sainte a choisie pour l’Incarnation du Verbe de Dieu. Ce test, nous le réussirons ensemble si les conditions ci-après sont remplies:
– Les familles au sortir de la XIVème assemblée générale ordinaire du Synode des Evêques se trouvent renforcées dans leur identité, leur vocation et leur mission.
– Les Pasteurs aident les familles chrétiennes à affronter les défis qui sont les leurs aujourd’hui face à un monde qui prône d’autres valeurs que celles de l’Evangile.
– Les Familles sont accompagnées dans leur pèlerinage de foi, sont aidées à assumer leurs échecs et leurs blessures, et sont soutenues dans leurs efforts de relèvement.
I. Les attendus
Une annonce claire de l’Evangile de la Famille
Il est à souhaiter que le Synode, dans sa délibération finale, n’ait pas à présupposer l’Evangile de la famille, comme si le Magistère du Concile Vatican II, du Bienheureux Paul VI, de St Jean-Paul II et du Pape Benoît XVI en la matière, était connu et assimilé par tous ou par un grand nombre de catholiques, et qu’il faille désormais passer à une pastorale surtout axée sur ceux qui ne le suivent pas encore ou plus du tout. Autrement, ceux-ci ne comprendraient même pas pourquoi l’Eglise leur propose un cheminement en vue de leur pleine réconciliation avec la vie évangélique. La doctrine doit donc être rappelée à tous, avec clarté, à temps et contre-temps.
Ce qui peut le plus faire mal à l’Eglise est que sa communication de la vérité de l’Evangile soit brouillée par une autre forme de communication. C’est pour cela que les familles chrétiennes attendent une parole claire des Pères sur ce qu’elles sont, selon la révélation biblique. Cette vérité révélée, l’Eglise ne doit se lasser de la proclamer. Elles attendent de s’entendre dire encore que le mariage, selon la volonté de Dieu, c’est un seul homme et une seule femme, et pour la vie, sans aucun droit d’être infidèle ni de se séparer ni même de se remarier s’il arrivait que l’un des conjoints pour une raison ou une autre abandonnait l’autre. Elles ont besoin que l’Eglise rappelle à temps et contre-temps les propriétés et les fins du mariage chrétien. Elles attendent que l’Eglise ne soit pas fatiguée de répéter ces vérités. On ne peut se lasser de répéter la vérité de l’Evangile.
3. Le soin pastoral doit être également accordé à tous : à ceux qui suivent fidèlement la voie de l’Evangile au prix de bien des luttes et sacrifices, à ceux qui, sur ce chemin, ont essuyé l’échec mais persévèrent dans la fidélité, comme à ceux qui n’ont pas pu tenir et se sont engagés dans de nouveaux liens.
Les précautions de langage
L’Eglise, à travers son Magistère, doit rester précise dans le langage. Puisque sa doctrine du mariage ne reconnaît ni le divorce ni le remariage, elle n’a pas à parler de «divorcés remariés» mais plutôt de «séparés-réengagés». Au cas où il y aurait recours à la première appellation qui se justifie au plan civil, elle devrait prendre la précaution de faire précéder l’énoncé par : «ceux qui sont désignés comme» (divorcés remariés).
Par rapport à la gradualité, le Magistère de l’Eglise depuis St Jean-Paul II distingue clairement «la loi de la gradualité» de «la gradualité de la loi», cette dernière étant contraire à la doctrine catholique. La première par contre admet qu’un pécheur puisse avancer pas à pas, étape par étape, pour sortir de sa situation, et qu’il pourra, pour cela, compter sur la grâce de Dieu qui suscite en lui le repentir et l’effort de pénitence, et en s’appuyant sur le «bien» qui reste en lui et que le péché n’a pas pu détruire entièrement.
Le Synode veillera à ce que soit clairement distinguée l’affirmation du «bien» qui subsiste chez le pécheur, de l’affirmation du «bien» dans des situations de vie contraires à l’Evangile, ce qui est tout à fait autre. S’il en était autrement, pourquoi ceux qui s’y trouvent, devraient-ils la quitter ? Si la gradualité était prise dans le sens de la proportionalisation de la vérité à la situation vécue, elle serait dangereuse, car alors, elle signifierait : «marcher en dehors du chemin» (St Thomas d’Aquin). Or ce docteur commun recommande qu’ «il vaut mieux boiter sur le chemin que de marcher à grands pas hors du chemin. Car celui qui boite sur le chemin, même s’il n’avance guère, se rapproche du terme; mais celui qui marche hors du chemin, plus il court vaillamment, plus il s’éloigne du terme» (Commentaire sur l’Evangile de Jean, 14,2).
Les concessions déjà accordées aux séparés-réengagés
Le Synode doit rappeler les concessions déjà accordées par l’Eglise. Sont-elles connues et appliquées? Avec quels résultats? En quoi ne satisfont-elles pas au but poursuivi qui est le salut des âmes et qu’il faille en accorder d’autres?
«La réconciliation par le sacrement de pénitence – qui ouvrirait la voie au sacrement de l’Eucharistie – ne peut être accordée qu’à ceux qui se sont repentis d’avoir violé le signe de l’Alliance et de la fidélité au Christ, et sont sincèrement disposés à une forme de vie qui ne soit plus en contradiction avec l’indissolubilité du mariage. Cela implique concrètement que, lorsque l’homme et la femme ne peuvent pas, pour de graves motifs – par exemple l’éducation des enfants –, remplir l’obligation de la séparation, «ils prennent l’engagement de vivre en complète continence, c’est-à-dire en s’abstenant des actes réservés aux époux» (Jean Paul II, Homélie à la messe de clôture du VIe Synode des Evêques, 25 octobre 1980, n. 7: AAS 72 (1980), p. 1082).» (Jean-Paul II, Familiaris consortio, 84).
«Sans aucun doute, la pleine participation à l’Eucharistie se réalise quand on s’approche aussi personnellement de l’autel pour recevoir la Communion. Toutefois, on doit veiller à ce que cette juste affirmation n’introduise pas parmi les fidèles un certain automatisme, comme si par le seul fait de se trouver dans une église durant la liturgie on avait le droit ou peut-être même le devoir de s’approcher de la Table eucharistique. Quand il n’est pas possible de s’approcher de la communion sacramentelle, la participation à la Messe demeure cependant nécessaire, valable, significative et fructueuse. Dans ces circonstances, il est bon de cultiver le désir de la pleine union avec le Christ, par exemple par la pratique de la communion spirituelle, rappelée par Jean-Paul II (Cf. Ecclesia de Eucharistia, n. 34) et recommandée par de Saints maîtres de vie spirituelle (Tels, par exemple, S. Thomas d’Aquin, Somme théologique, III, q. 80, a. 1, 2; S. Thérèse de Jésus, Le chemin de la perfection, ch. 35. La doctrine a été confirmée avec autorité par le Concile de Trente, sess. XIII, c. VIII).» (Benoit XVI, Sacramentum caritatis, 55)
Il faudra cependant rappeler que l’expression «communion spirituelle» utilisée dans Ecclesia de Eucharistia et dans Sacramentum caritatis est analogique et comprend en réalité trois sens à ne pas confondre. Elle signifie:
– la grâce du sacrement reçu: on communie sacramentellement et spirituellement
– la communion de désir de l’enfant baptisé qui n’a pas encore reçu la première communion
– le désir de communion quand il y a un empêchement à communier. Benoît XVI dit: «désir de la pleine union avec le Christ».
La question de l’homosexualité
Sur l’orientation sexuelle, l’Eglise peut-elle enseigner autre chose que ce qu’elle a dit jusque-là sans contredire toute la révélation biblique? En effet, nous devons déjà interroger le langage qui consiste à parler d’«orientation», lequel langage suggère subtilement qu’il y a deux possibilités égales pour la sexualité humaine: une homosexuelle et une autre hétérosexuelle. Dire que l’orientation homosexuelle n’est pas ce que Dieu a prévu en créant l’homme «mâle et femelle» ne veut pas dire heurter les homosexuels.
La question de la polygamie
Il serait important pour la pastorale de l’Eglise en Afrique que le Synode, dans sa délibération finale, puisse distinguer clairement entre deux différents cas de polygamie: (i) le cas des païens polygames qui, vivant dans la situation des patriarches, peuvent être rejoints par la grâce de Dieu, (ii) le cas des baptisés qui s’orientent par la suite dans la polygamie. Il serait important pour la mission de l’Eglise en Afrique que le Synode puisse clairement exclure toute possibilité de polygamie pour les baptisés. Il faudrait cependant que le Synode réévalue la pratique des privilèges paulin et pétrinien, pour éviter que ne soit ajouter au péché d’endurcissement de cœur qui a rendu possible la polygamie, celui de l’injustice, notamment vis-à-vis des femmes.
La reconnaissance des cas de nullité
Le Synode devra étudier comment rendre plus accessibles et plus souples les procédures en vue de la reconnaissance des cas de nullité tout en maintenant les deux instances parce qu’il faut nécessairement garantir la certitude morale du jugement. On pourrait par exemple ne pas prolonger inutilement la procédure, former un nombre suffisant de collaborateurs compétents pour les tribunaux et rendre la procédure gratuite (au moins pour les pauvres). Il faudrait en tout état de cause éviter que l’assouplissement ressemble à une reconnaissance du divorce, ce qui constituerait une atteinte grave à l’indissolubilité du mariage.
Si la préparation au sacerdoce ministériel et à la vie religieuse requiert une durée canonique obligatoire, devra-t-on se contenter pour le mariage d’étapes vagues comme «préparation lointaine», «préparation immédiate» qui, bien souvent sous le feu de la passion sont écourtées au maximum?
Ne faudrait-il pas fixer une durée canonique irréductible pour les fiançailles? Il serait important de prendre en compte la dimension de la «foi» dans la célébration valide d’un mariage.
II. Un discernement affiné des esprits
1. Le piège de la colonisation idéologique et de l’enferment sur soi
Le Pape François a alerté plusieurs fois les épiscopats des pays en développement sur le risque de la colonisation idéologique. Si l’Occident ne doit pas croire que ses problèmes sont les seuls du monde, la crise de la famille qu’il vit menace aussi l’Afrique et l’Asie (cf. Conférence de Pékin et de Caire, Protocole de Maputo, etc.). Affronter cette menace n’est donc pas la seule tâche de l’Europe et de l’Amérique du Nord.
Mais s’il faudrait faire éviter aux Jeunes Eglises le piège de l’enfermement sur des questions qui seraient présentées comme typiquement leurs, elles ont l’impérieux devoir de provoquer l’Occident à s’ouvrir à d’autres horizons culturels que le leur; leur propre santé culturelle en dépend.
2. Les illusions d’une pseudo-ouverture
Les Pères Synodaux doivent être au clair avec les illusions d’une pseudo-ouverture au monde. A en croire les médias, un pays qui semble prendre la tête des artisans de l’ouverture de la doctrine catholique aux réquisits du monde contemporain, est l’Allemagne. Mais si nous comparons les statistiques de pratiques religieuses qui nous viennent de ce pays, elles sont révélatrices d’une grande illusion: les communautés protestantes qui bénissent déjà des unions homosexuelles et qui acceptent le divorce, l’avortement et l’euthanasie n’ont que 3,5% de pratiquants contre 10,8% pour les catholiques. Il est donc faux que l’ouverture au monde augmentera le nombre de pratiquants catholiques. Au contraire, une telle ouverture de dilution dans l’esprit du monde, ôterait à l’Eglise l’énorme chance qu’elle a de présenter aux jeunes les valeurs d’absolu qu’ils iront malheureusement , faute de mieux, chercher dans les groupes extrémistes, les groupes djihadistes, les groupes terroristes, etc. Car, plus qu’on ne le pense, la génération montante est en quête de sens et de valeurs spirituelles élevées. Elle est fatiguée de la culture consumériste que lui impose le monde globalisé; et elle attend sans le dire de voir une Eglise solidement enracinée en Jésus-Christ qui ait le courage de lui proposer les valeurs hautes, de lui présenter la sainteté comme une voie accessible à tous.
3. Appliquer les règles du discernement
Le Pape François, en bon fils de St Ignace, est très sensible aux Règles de discernement des esprits. L’Eglise en Synode ne doit pas poursuivre la fin qui est la sienne de façon oblique. Cette marche vers la fin requiert droiture de la pensée et pureté de l’intention, comme l’enseigne Baudouin de Ford. Il arrive en effet, que «certaines choses peuvent prendre l’aspect de vertus véritables, comme d’ailleurs de vices, et tromper les yeux du cœur. Par leurs séductions propres, elles peuvent troubler la vue de notre intelligence au point de lui faire prendre souvent pour du bien des réalités mauvaises en fait, et inversement de lui faire discerner du mal là où, en fait, il n’y en a pas. C’est là un aspect de notre misère et de notre ignorance, qu’il nous faut beaucoup déplorer et grandement redouter». C’est pour cela que l’Apôtre St Jean nous recommande d’éprouver les esprits pour voir s’ils viennent vraiment de Dieu.
Grâce à ce sens du discernement, les Pères Synodaux doivent rester vigilants sur la stratégie de l’Ennemi du genre humain qui, comme un lion, rugit et rode, cherchant qui dévorer. En fait, il fait le tour de l’Eglise pour voir par quel point faible s’engouffrer. Nous sommes invités à lui résister dans la foi (cf. 1Pe 5,8-9).
4. Les oppositions artificielles
L’une de ses grandes manœuvres est de faire beaucoup de publicité en créant artificiellement des oppositions: on entendra les médias parler beaucoup de «conservateurs» et de «rénovateurs», de ceux qui sont pour la «doctrine élitiste» et de ceux qui sont pour la «pastorale relativiste». Dans ces oppositions artificielles, poussées à l’extrême, il va créer des positions intermédiaires cherchant à proposer des positions attendrissantes avec des «aménagements minimes». Mais en fait, comme nous l’enseigne la géométrie, le plus petit écart au point de départ devient un grand écart au point d’arrivée. Donc la stratégie ici sera de trouver la plus petite «ouverture» qui pourra contenter toutes les parties pour le temps du Synode. Mais l’herméneutique de cette «petite concession» – pensons ici aux cas particuliers pour lesquels certains dont on ne peut douter de l’orthodoxie réclament une attention miséricordieuse – pourra demain conduire à de grandes divergences doctrinales. Il faudra peut-être expliquer aux médias que les Pères Synodaux ne vont pas en compétition à Rome avec l’espoir de ramener pour leurs Eglises locales des trophées. Il n’y a qu’une seule victoire à attendre: celle de l’esprit de l’Evangile sur l’esprit du monde.
5. Les anticipations pastorales hasardeuses
Certains Pasteurs sans l’autorisation du Saint-Siège ont déjà initié des pratiques contraires à la discipline commune et cherchent à voir le Synode entériner de telles pratiques. De telles attitudes pastorales doivent être dénoncées avec la dernière rigueur.
6. Les lieux de vigilance
La méthode utilisée par le Prince de ce monde pour essayer de déstabiliser l’Eglise est celle du «cheval de Troie». Et voici les troyens qu’il pourrait poster tout au long de l’assemblée synodale:
Troyen 1: Trouver un «nouveau langage» pour les vérités inviolables.
Ce réquisit d’un nouveau langage à trouver est très présent dans la Relatio Synodi et dans tous les débats qui se mènent depuis la clôture de l’assemblée extraordinaire d’octobre 2014. Il est vrai que la nouvelle évangélisation et l’effort d’inculturation de la foi dans le monde contemporain appellent une forme de communication qui rejoigne le contemporain, un peu comme Jésus utilisait en son temps les paraboles pour se faire comprendre de ses auditeurs. Mais comme l’Evangile nous le montre, ces mêmes paraboles n’étaient pas comprises de tous, même des disciples qui partageaient la même vie que Jésus. Il fallait qu’il leur explique en particulier le sens des paraboles. Avons-nous le droit d’occulter ce travail de l’explication? Est-ce vraiment le mot qui dérange le contemporain ou la réalité à laquelle renvoie le mot? Nous l’aurions beau changer, nous nous heurterons à l’irréductibilité du référent, à moins de vouloir le changer lui aussi. Nous ne sommes plus dans ce cas dans la doctrine catholique. En quoi par exemple la théologie du corps telle que développée par Jean-Paul II dérangerait le monde contemporain et qu’il faille la remplacer par une théologie de l’amour s’il n’y a pas la volonté manifeste de biffer la différence inscrite dans la corporéité – la différence sexuelle – créée par Dieu qui les fit mâle et femelle? Eliminer le corps, c’est éliminer le mystère de la Croix, c’est éliminer le mystère de l’Eglise, c’est éliminer le mystère de la famille.
Troyen 2: Le discours sur les valeurs.
Dans la Relatio Synodi, il a été aussi beaucoup question des valeurs positives à trouver chez les «divorces remariés», dans les «unions homosexuelles», etc. Il y a lieu ici de maintenir fermement à l’école de St Thomas d’Aquin la distinction entre l’affirmation du «bien» chez le pécheur et l’affirmation du «bien» dans sa situation peccamineuse. Autrement il faudrait dire aussi que la polygamie entre baptisés est une valeur, car c’est bien de cela qu’il s’agit dans le cas des «séparés-réengagés». Pour forcer la comparaison: admettre qu’il y a des valeurs positives dans ces unions contraires à l’Evangile, c’est reconnaître aussi qu’il y a du bien dans un groupe de terroristes, dans une mafia ou tout autre association du genre, pour la simple raison que les gens qui vivent dans ces réseaux sont capables d’oubli de soi, de solidarité, de fidélité et de bien d’autres valeurs que l’on retrouve dans des associations de bienfaisance.
Troyen 3: L’idéalisation des exigences évangéliques
Il est une expression qui revient souvent dans les discussions en cours sur la famille chrétienne et le mariage catholique avec son indissolubilité, son unicité, ses exigences de fidélité et son ouverture à la procréation. Ils sont présentés comme des «idéaux». Derrière cette forme de présentation se cache en fait un grand danger, car avec cela l’observation des commandements de Dieu est présentée comme un but élevé, mais inatteignable par le commun des mortels. S’il en était ainsi l’Evangile ne serait pas une Bonne Nouvelle pour l’homme mais un fardeau qu’il serait inutile de lui proposer.
Troyen 4: Les ambiguïtés et les propos équivoques.
Déjà dans la Relatio Synodi mais aussi dans les débats qui se mènent aujourd’hui, il s’opère des glissements dans les formulations. On commence par dire une chose qui doctrinalement ne souffre d’aucune contestation et l’on finit par une proposition irrecevable ou équivoque.
Il est dit: nous ne voulons pas de «mariage pour tous», mais nous plaidons pour que l’Eglise tienne compte des «valeurs vécues» dans d’autres formes d’union stable, fidèle, etc.
Or St Ignace nous a prévenus sur de telles idées: examiner si le début bon conduit à une bonne fin, car l’Ennemi du genre humain a l’art de se transformer en Ange de lumière. Il suggère à l’âme fidèle des pensées conformes à la piété et finit par l’entraîner dans ses idées perverses. C’est pour cela que St Ignace nous recommande de savoir reconnaître le serpent à sa queue.
En conclusion
L’incident de la publication du rapport provisoire de l’Assemblée extraordinaire dans les médias, rapport qui comportait des propositions rejetées par une partie importante des Pères synodaux n’a pas honoré l’Eglise Catholique. Le Synode des Evêques n’est pas le synode de l’opinion publique internationale. L’Eglise est appelée à ne pas oublier ce qu’elle est. Elle n’a pas à prendre modèle sur les organisations civiles dont les résultats d’assemblées sont écrits à l’avance et soumis au vote quand tout le monde est fatigué. Si nous croyons que c’est l’Esprit du Seigneur qui guide son Eglise, nous devons avoir la patience de cheminer sous la mouvance de cet Esprit, en marchant véritablement ensemble. C’est dans la marche synodale que nous devons écouter ce que l’Esprit dit aux Eglises. Et il ne peut leur dire autre chose que ce que le Fils nous a révélé. S’il y a une attente de l’ensemble des fidèles du Christ vis-à-vis de leurs Pères Evêques c’est qu’ils écoutent l’Esprit-Saint et fassent attention aux troyens que l’Ennemi du genre humain peut glisser dans leurs délibérations.
Père Edouard ADE
Centre de recherche Notre Dame de l’Inculturation
Université Catholique de l’Afrique de l’Ouest
9.6.2015