No en caso de fornicación (R. P. Dr. Carlos Pereira, IVE)

beggar-at-Jesus-feetNota del blog: Reproducimos un artículo que nos envía el P. Carlos Pereira, sacerdote del Instituto del Verbo Encarnado, licenciado en Exegesis de Sagrada Escritura por el Pontificio Instituto Bíblico de Roma (1995) y doctor en Teología Bíblica por la Pontificia Universidad Santo Tomás de Aquino de la misma ciudad (2004). En este artículo analiza la expresión de Cristo “no en caso de fornicación”, “casus belli” en las discusiones actuales sobre el matrimonio, el divorcio, y el acceso los divorciados vueltos a casar a la Eucaristía.

 

NO EN CASO DE FORNICACIÓN

R.P. Dr. Carlos Pereira

  1. Introducción

            En el evangelio, Jesús brinda en dos oportunidades una especial enseñanza acerca de la posibilidad del marido de repudiar o no a su esposa, como se enseñaba en la ley de Moisés:

  • La primera se da en el llamado “sermón de la montaña”, en Galilea. Jesús perfecciona alguno de los preceptos dados en la ley de Moisés, y los formula de una manera nueva, modificándolos sustancialmente en algunos casos: Se ha dicho: Quien repudie a su mujer que le dé un libelo de repudio [acta de divorcio] (Mt 5,31). Pero yo les digo que quien repudia a su mujer – excepto en caso de fornicación[1] la induce a adulterio, y quien se case con una repudiada comete adulterio (Mt 5,32). Es Mateo el único que presenta las palabras de Jesús en esta ocasión.
  • La segunda se da cuando responde a la pregunta formulada por los fariseos, si era lícito al hombre separarse de su mujer. Esta sentencia se encuentra en los tres evangelios sinópticos; en Mateo y en Marcos en un contexto muy similar; en Lucas como una breve sentencia al interno de un conjunto de enseñanzas. La pregunta de los fariseos es: ¿Puede el hombre separarse de su mujer? (Mc 10,1). En Mateo se añade: ¿por cualquier motivo? (Mt 19,3). Ya veremos que este añadido en Mateo tiene toda su razón de ser. Jesús les preguntará cual era la recomendación de Moisés. Ellos dirán que la ley autorizaba escribirle un libelo de repudio, y poniéndolo en la mano, mandarla a su casa (Dt 24,1).[2] Una vez expulsada, la mujer era libre para volver a casarse (cfr. Dt 24,2). Jesús responde, a su vez, que a causa de la “dureza de sus corazones” Dios había autorizado esto en el pasado, pero que al principio no fue así (cfr. Gen 2,24), afirmando: Pero les digo que quien se divorcia de su mujer, (si) no es en caso de fornicación, y se casa con otra, comete adulterio (Mt 19,9). En Marcos responde a los fariseos con gran autoridad, diciendo: Lo que Dios ha unido no lo separe el hombre (Mc 10,8), y ya en casa, responderá a sus discípulos: Quien despide a su mujer y se casa con otra, comente adulterio contra ella (Mc 10,11). En Lucas todo se resume en una fórmula bien completa: Quien se divorcia de su mujer y se casa con otra comete adulterio; quien se casa con una mujer divorciada comete adulterio, y el que casa a la despedida (divorciada) por ese hombre, comete adulterio (Lc 16,18).

En base a lo expuesto, surgen espontáneamente algunas preguntas:

1 – ¿Por qué la diferencia entre Mateo y los otros dos, sobre todo respecto a la cláusula “en caso de fornicación”, presente dos veces en Mateo y ausente en los otros?

2 – ¿Cómo debe interpretarse el excepto en caso de, de Mt 5,32 y el (si) no es en caso de, de Mt 19,9? ¿Son sinónimos, o bien expresan significados, o al menos matices diferentes?

3 – ¿Cuál es, en definitiva, la verdadera enseñanza de Jesús sobre el matrimonio y posible divorcio?

 

  1. La diferencia entre Mateo y los otros sinópticos

Es sintomático que Mateo haya introducido dos veces la aclaración de la fornicación o concubinato. Parece sin duda obedecer a una intención y finalidad explícitas:

Pero yo les digo que quien repudia a su mujer –salvo en caso de concubinato–la induce a adulterio, y quien se case con una divorciada comete adulterio. (Mat 5:32 BNP)

Les digo que quien se divorcia de su mujer – (si) no es en caso de concubinato–y se casa con otra, comete adulterio. (Mat 19:9 BNP)

Propiamente hablando, el término griego porneía parece ser la traducción del hebreo zenût, que tiene en la literatura rabínica el significado técnico- jurídico de “matrimonio ilegal o concubinato”, o incluso “incesto”.[3] Si fuese eso estrictamente cierto, la cuestión queda resuelta desde su inicio: Cristo habría dicho que el único tipo de relación de pareja entre un hombre y una mujer que puede ser disuelto, es el ilegal o el simple concubinato, el cual, por no ser matrimonio, puede ser perfectamente deshecho dejando libertad a las personas para contraer verdaderas nupcias con otros. Pero dejemos de lado esta solución, que puede aparecer quizás como demasiado simplista o tautológica.

Sin duda alguna, ha existido de hecho un trabajo redaccional por parte de cada evangelista, gracias al cual ellos dejaron su impronta literaria, su estilo en el texto, y también escribieron según las exigencias del tipo de lectores a los cuales se dirigían. En el caso de Mateo, es bien sabido, y también mantenido por la tradición, que escribió para los creyentes que venían del judaísmo, y son varios los testimonios patrísticos que afirman que incluso escribió en lengua hebrea o aramea.[4] En dicho caso, se entiende que haya escrito con las necesarias aclaraciones que necesitaban los creyentes provenientes del judaísmo.

¿Por qué las necesitaban? La ley mosaica se expresaba en estos términos: Dt 24,1-2: «Si uno se casa con una mujer y luego no le agrada [no encuentra gracia a sus ojos], porque encuentra en ella algo vergonzoso [algo torpe], le escribirá el acta de divorcio, se la entregará y la echará de casa. Ella después que haya abandonado la casa, podrá casarse con otro».

La exégesis rabínica no era sin embargo unánime respecto al sentido de este privilegio, de tal modo que al tiempo de Jesús existían dos interpretaciones al respecto: Una la de Shammai, que permitía el repudio de la mujer sólo en caso de infidelidad conyugal de esta, y otra, la de Hillel, benévola para el marido (al menos aparentemente), pues bastaba cualquier pretexto para repudiar la mujer, como por ejemplo el haber dejado quemarse un poco la comida. A esto pudo haber contribuido la ambivalencia de la traducción de los LXX, que podía interpretarse como “encontrar algo vergonzoso, o bien, algo torpe [en ella]”, con toda la amplitud que dicho significado de “torpeza” podía incluir. Después de Cristo, estas interpretaciones se multiplicarán: Rabí Aquiva decía que era razón suficiente para repudiarla el encontrar una mujer más hermosa (pues el texto afirma: “si no agrada a sus ojos”). Flavio Josefo se gloriaba de haber repudiado a su mujer, ya madre de tres hijos, sólo porque no le agradaban sus costumbres.

Es en este contexto que Jesús pronuncia sus palabras, especialmente las del Sermón de la montaña (cfr. Mt 5,32), código moral del cristianismo. Plantea Cristo un ideal mucho más alto que el de la ley antigua: Habéis oído que se dijo a los antiguos…, pero yo os digo. Los rabinos habían ahogado el contenido ético-espiritual de la ley mosaica con interpretaciones formularias; Jesús, al contrario, quiere perfeccionar la Ley dándole su más alto sentido espiritual. Por eso, en 19,9, justo antes de repetir la sentencia sobre la separación, apela al orden original: Pero al principio no era así (Mt 19,8). El contrato matrimonial, en su primer estado de pureza, era indisoluble. El legislador del Antiguo Testamento, condescendiente con la fragilidad humana, había atenuado la fuerza del contrato en algunas circunstancias concretas, que después se fueron ampliando arbitrariamente.

Hemos observado entonces como los dos textos de Mateo son complementarios. En cuanto a Marcos y también a Lucas, la tradición es unánime al referirse a dichos evangelios como dirigidos a cristianos provenientes de la gentilidad. Ellos no entendían de las cuestiones rabínicas ni tampoco tenían ninguna tradición que seguir al respecto. Por lo tanto, la sentencia que se lee en ellos no incluye ninguna cláusula: excepto en; si no es en caso de. Mc 10,11 y Lc 16,18 – ya presentados por nosotros- son tajantes al respecto. Cristo dice que no hay divorcio vincular ni nuevas nupcias mientras la esposa o esposo se mantengan con vida.

Uno podría preguntarse cuáles son las palabras originales de Jesús, si las de Mt 19,9 o las de los lugares citados de Marcos y Lucas (estos últimos no presentan el pasaje del sermón montano). No es el propósito instalar aquí y ahora una discusión de carácter crítico sobre los textos, pero el principio de inerrancia (ausencia de error) en el texto sacro parece aplicarse aquí con toda claridad: Ningún evangelista puede haber puesto en boca de Jesús palabras o frases que este no haya efectivamente pronunciado; pudieron en cambio, haber omitido por razones estilísticas o pastorales alguna palabra o expresión que no altere el contenido esencial de la enseñanza de Cristo sobre alguna cuestión, como es en este caso. Mateo añade “salvo en caso de fornicación”, que podía tener sentido para los cristianos de origen judío, en razón de aludir a la disputa rabínica entre escuelas; Marcos y Lucas en cambio, dirigiéndose a otro tipo de público, omiten algo que no es esencial en la sentencia de Cristo, dando justamente una prueba de que no lo consideraban esencial, y por lo tanto, la sentencia del Maestro permanece formulada en términos absolutos.

  1. Las sentencias de Mt 5,32 y Mt 19,9 respectivamente

Lo que hemos dicho anteriormente nos lleva de la mano a una segunda cuestión: Si las palabras de Jesús incluyen la expresión completa de Mateo, que en el caso de 5,32 es parektòs lógou porneías: “excepto en caso de (si se habla de) fornicación”, mientras que en 19,9 dice aparentemente: “si no es en caso de”, ¿cuál es entonces su significado, y cuál la diferencia entre ambas, si la hay? Empecemos por el caso de 5,32, que es el más sencillo.

Hay muchos testimonios, sea de exégetas como de gramáticas o léxicos, que admiten claramente que parektòs puede significar tanto “excepto” como “además”. Así por ejemplo, Lidell – Scott y también la edición bíblica de Nácar – Colunga, la cual afirma incluso que la preposición ha sido habitualmente mal traducida para el caso de 5,32.[5] En el Nuevo Testamento encontramos otros dos casos donde la preposición aparece; en uno de ellos se podría traducir como “excepto” (Hch 26,29) y en otro como “además” (2Cor 11,28).

En los Hechos, San Pablo esgrime su defensa delante del procurador Festo y con la presencia del rey Agripa. Ante la observación de Agripa, sobre que Pablo pretendía, en poco tiempo, hacer de él un cristiano, aquel responde: Y Pablo: «Ruego a Dios que sea por poco o por mucho, no sólo tú, sino también todos los que me están escuchando hoy, lleguen a ser lo que yo soy, pero sin estas cadenas» (Hch 26,29). La expresión en griego de las palabras en negrita se lee: parektòs tôn desmôn toùtōn, donde el parektòs posee claramente el significado de: “a excepción de”.

En la segunda carta a los Corintios, Pablo enumera las diversas tribulaciones transcurridas, y al final agrega: Fuera de esto, además, mi preocupación de cada día, mi cuidado por todas las iglesias. En este caso, el parektòs posee un claro sentido de acumulación, bien traducido como “además”.

De modo que, en los dos casos en que aparece en el Nuevo Testamento fuera de Mateo, posee parektòs una vez el sentido de “excepto” y otra vez el de “además”. Si este último coincidiera con el versículo de Mateo, la traducción sería: El que se divorcia de su mujer y se une a otra, además de la fornicación, la empuja al adulterio, y el que se casa con una repudiada comete adulterio. En este caso, no hay diferencia con la sentencia tal como aparece en los otros sinópticos y no habría cláusula restrictiva, aunque aún tendríamos que explicar lo que sucede en Mt 19,9, donde se utiliza otra expresión, y donde la cláusula restrictiva sí parece existir. Si en cambio tradujéramos porneía por “incesto”, tal como proponen algunos, habría cláusula restrictiva pero sólo aplicada al incesto. Volveremos sobre dicho punto.

  1. Las lecturas de Mt 19,9

El caso de Mt 19,9 es ciertamente un poco más complejo. Nosotros hemos traducido, como la mayoría de las veces, con cláusula restrictiva: (si) no es en caso de fornicación, pero colocando el “si” entre paréntesis. En efecto, el griego lee: mē epì porneìa, que significa “no sobre (en caso de) fornicación”. Así es la lectura que reportan los manuscritos y testimonios más importantes. Aunque se ve que ha sido un versículo conflictivo del punto de vista de la crítica textual, y a causa de este carácter, algunas lecturas variantes han cambiado la expresión por parektòs lógou porneías – igualándola a la de 5,32-, para hacerla más entendible.[6] En efecto, para que signifique propiamente: “si no es en caso de”, haría falta que la expresión griega fuese: ei mē epì porneìa, como lo reporta el llamado “textus receptus” (texto recibido), edición crítica elaborada en base a manuscritos diversos en 1516 por Erasmo de Rotterdam, y luego corregida en ediciones sucesivas. Ha sido una versión muy difundida durante muchos siglos, especialmente en ambiente protestante. Sin embargo, actualmente son pocas las versiones críticas en lengua griega, del Nuevo Testamento, que presentan esa lectura. Los manuscritos más importantes no la consideran.  

La difusión de la versión de Erasmo contribuyó a la traducción corriente: “si no es en caso de fornicación”, aunque muchas actuales traducciones tienden a mejorar el texto. La Biblia de Jerusalén, por ejemplo, afirma: “no en caso de fornicación”,[7] sin el “si”, y afirma que los paralelos de Mc 10,11s, Lc 16,18 y 1 Co 7,10s son tan claros[8], que es poco verosímil que los tres hayan suprimido una cláusula restrictiva de Jesús si esta hubiese realmente existido.

¿Por qué Erasmo tradujo de dicho modo? En principio, pareciera que ha seguido una versión de Clemente de Alejandría, quien en su obra Stromata (mosaico, miscelánea) cita Mt 19,9, en griego, de este modo: plēn ei mē epì porneìa (sólo [excepto] si no es en caso de fornicación). Lo curioso que también en Mt 5,32 Clemente lee: plēn lógou porneías (“excepto en caso de fornicación”), donde plēn toma el lugar que ocupa parektós en el texto mayoritario. No es raro que sea así: “plēn” es más común en el Nuevo Testamento – donde aparece 31 veces, y más de 200 en el AT griego – que “parektós”, que sólo recurre tres veces. Bien sea Clemente, o sus transcriptores (porque la obra se copiaba varias veces), pueden haber reemplazado la partícula extraña por la más común, y luego haber querido armonizar la lectura de 19,9 con la de 5,32, usando también para la primera la partícula plēn.

Ahora bien, supongamos que el texto original de 19,9, como lo presentan la mayoría de los manuscritos, haya sido efectivamente: mē epì porneìa, sin cláusula restrictiva. Si Clemente pensaba que era sinónimo de 5,32 (plēn lógou porneías) entonces ha sido una simple cuestión el agregar “ei” a la expresión de 19,9, de modo que ambas se lean como cláusulas restrictivas. No sabemos si haya sido Clemente o sus transcriptores quienes lo hayan hecho. En tal caso, se trata de sólo una fuente, y el hecho que se encuentre “plēn” (y no parketós), hace la cuestión del agregado al menos posible. Por otra parte, hemos ya dicho que algunos manuscritos de gran importancia, como el Vaticanus (B), datado del siglo IV, presentan la lectura de Mt 19,9 igual a la de 5,32 (parektòs lógou porneías). Eso es un signo que, en época patrística, la intención de los copistas e intérpretes era la de dar el mismo significado a ambas sentencias, e interpretar ambas como cláusulas restrictivas.

Erasmo y sus seguidores justificaron su posición de un punto de vista crítico, sosteniendo que el mismo San Jerónimo había leído en la Vulgata (edición latina) para 19,9: nisi ob fornicationem, que podría traducirse como: “si no por fornicación”. En realidad, se olvida que San Jerónimo tradujo de manuscritos griegos existentes en su tiempo (siglo IV). Si los manuscritos existentes en su tiempo hubieran leído: ei mē epì porneìa, como supone Erasmo, ¿cómo es que no llegaron hasta nosotros, habiendo llegado todos los demás que leen diferentemente? En cualquier caso, San Jerónimo estaba bien convencido que Jesús había declarado el matrimonio indisoluble. Forzosamente, la sentencia de la Vulgata (nisi ob fornicationem) tiene que traducirse de otro modo, quizás como: ni siquiera en caso de fornicación, o al menos interpretarse diversamente. Erasmo era un humanista, y según versiones, muy obsesionado porque se modificase la doctrina católica sobre el matrimonio, como acaeció en Inglaterra en el mismo tiempo, con el cisma de la iglesia anglicana. Es por dicha razón que modificó el texto como lo hizo.[9]

  1. Las cláusulas restrictivas y la interpretación final

Las consideraciones realizadas nos colocan ante una encrucijada: ¿Hay cláusula restrictiva o no en Mt 5,32 y 19,9? Es decir: Las palabras de Jesús, ¿conceden alguna excepción para el caso de fornicación, adulterio o incesto? Es fácil evidenciar como de esta respuesta puede depender la interpretación final del parágrafo. Hemos visto que para 5,32 podría darse o no cláusula restrictiva: Si parektós significa “excepto”, la hay, si en cambio significa “además”, no la habría. Ya dijimos que podría significar una cosa como la otra. En favor de esta última posibilidad, se encuentra el hecho que se emplee “parektós”, término extraño en el NT que sólo aparece tres veces, y que llevó algunos a sustituirlo por el más común “plēn”, significando este último “excepto en”. Esto podría hacer pensar que originalmente, el texto quiso decir “además de”, pero no es absoluto. Es cierto que el “además” cuadra muy bien con la explicación de Cristo, con la intención de Mateo de advertir a los lectores judíos que en ningún caso hay repudio con posibilidad de contraer nuevas nupcias, y da sentido a la frase. Significando “excepto en”, se hace la explicación un poco más difícil.

En cuanto a 19,9, el caso podría resultar algo más complejo. Efectivamente, siendo el texto original: No en caso de fornicación, y considerando la versión difundida por Erasmo como una componenda, su sentido más obvio parece ser, por un lado: “ni aún, o ni siquiera en caso de fornicación”, con lo cual no hay cláusula restrictiva, aunque también podría darse lugar a una cierta excepción. Si Mateo estaba tratando de traducir la expresión semítica ‘ala’ im, que es como en hebreo rabínico o bien en arameo (ambos usados al tiempo de Jesús) se expresa el condicional “si no es acerca de”, entonces el mē epi griego debería leerse como exceptivo. Cabe recordar los testimonios que afirman que Mateo escribió el evangelio en lengua hebrea. Si el griego es una traducción, podría contener ese matiz.

Una forma de interpretarlo ha sido el afirmar que Jesús quiso efectivamente brindar una excepción sobre el caso de fornicación, pero sólo porque este caso estaba penado con la muerte, pues la fornicación con una persona ajena al matrimonio, por parte de una mujer casada, constituía ciertamente adulterio, y era penado bajo la ley de Moisés con la muerte. Jesús habría afirmado que no se refería al caso penado con la muerte sino a todos los demás, enfatizando que no puede uno repudiar a su mujer y casarse con otra en todos los demás casos. Si se trataba de adulterio, la consecuencia de la Ley era en cambio la muerte. Pero dicha interpretación pondría en dificultad otros pasajes del Evangelio, cuando por ejemplo Jesús perdona a la adúltera, y no aplica El mismo la ley de Moisés (cfr. Jn 8,11).

En resumen, personalmente me veo inclinado a creer que no existe cláusula restrictiva en ambos casos, y que 5,32 ha de leerse como: “además del caso de fornicación”, y 19,9 como “ni aún en caso de fornicación”. Creo que dichas lecturas se adaptan perfectamente bien a los paralelos de Marcos, de Lucas y de la carta a los Corintios, que son absolutos en ese sentido.

Habíamos señalado una reciente interpretación, en la cual Mankowsky proponía interpretar porneía en la línea rabínica del zenût, que podía significar incluso “incesto” y muchas veces lo significaba de hecho, como en 1Cor 5,1: Se oye realmente que entre vosotros se da un caso de inmoralidad que no se da ni entre los paganos: uno convive con la mujer de su padre. Traducido como “inmoralidad”, porneía tiene allí el claro significado de incesto. En los Hechos de los Apóstoles, aparece como aquellos decidieron escribir a las iglesias y a los nuevos convertidos (en su mayor parte de la gentilidad), advirtiéndoles sobre la necesidad de abstenerse de ciertas cosas, entre ellas la porneía (traducido como “fornicación”; cfr. Hch 15,20.29). Eso implica aceptar las cosas más importantes reglamentadas por la “ley de santidad” del Levítico (caps. 17-18), las cuales coinciden con las enumeradas en los Hechos: la carne ofrecida a los ídolos (Lv 17,8-9), la sangre (Lv 17,10-12), comer animales estrangulados (Lv 17,15) y los actos sexuales con parientes cercanos (Lv 18,6-18). También se hace mención al llamado “documento de Damasco”, de la comunidad esenia, donde se habla de las “tres redes de Belial”, una de las cuales es el incesto.

Admitiendo esta última interpretación, estaríamos en la presencia de “cláusulas restrictivas” tanto en uno como en otro caso, y lo que queda exceptuado es el “matrimonio incestuoso”. Al no ser verdadero matrimonio, era obligatorio separarse del conviviente para poder vivir como cristiano.[10]

  1. Conclusión

La indisolubilidad del matrimonio queda clara en la enseñanza de Jesús. Queda clara en los paralelos citados de Marcos, de Lucas, de la carta a los Corintios, e incluso queda clara en Mateo, se interprete este como sea. Así lo han interpretado la primera iglesia, los padres de la Iglesia y la doctrina posterior. De modo que “no en caso de fornicación”, jamás ha sido una excusa para afirmar que la doctrina de Jesús admitía excepciones en dicho argumento.

La doctrina de Jesús se presenta como más exigente que la de Shammai y Hillel, y la de cualquier otro rabino de su tiempo, pues no admite divorcio vincular ni segundas nupcias mientras viva el cónyuge. Cabe decir que, efectivamente, lo es. Pero la doctrina de Jesús debe entenderse globalmente: Jesús promete la Gracia, el “agua viva” como dirá a la Samaritana (Jn 4,10), o pronunciando un discurso en el templo en la fiesta de los Tabernáculos (Jn 7,38), y también lo dirán los evangelistas, de modos diversos: La gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo (Jn 1,17).

Jesús no propone una doctrina rigorista, ni sólo un ideal para que sea alcanzado solamente por algunos elegidos. Propone sí, la doctrina original, la que fue “desde el principio” ideada por Dios para el matrimonio cristiano. En este sentido es ideal, pero está al alcance de todos los que han recibido el “agua viva”. Jesús afirmó: Sin mí nada podéis hacer (Jn 15,5). Pero no dijo lo mucho que con El, sí es posible hacer. De eso han dado testimonios muchos hombres y mujeres de todos los tiempos y en forma constante. Para ello, hace falta ser y permanecer dóciles a la gracia de Cristo. Ella no eximirá de la Cruz y del sacrificio, pero es el único modo para ser verdaderamente felices.

 

  1. P. Carlos Pereira, IVE

[1] La expresión griega es muy clara en este sentido: parektòs lógou porneías: “excepto en caso de (si se habla de) fornicación”. Propiamente, porneía sirve para significar los distintos tipos de relaciones ilegales de tipo sexual, por lo que fornicación parece la traducción más justa. A veces se traduce como concubinato, aunque esto último designa más bien una situación ilegal estable, mientras que porneía puede ser aplicado también para un solo acto pasajero. Traducirlo como adulterio resulta ciertamente impropio, porque el adulterio es más bien “el resultado de la acción ilegal”. De hecho, así lo da a entender el texto a continuación, cuando emplea otra raíz (el verbo moixáomai, que significa propiamente “adulterar”), para hablar de adulterio.

[2] Dt 24,1: Si un hombre toma una mujer y llega a ser su marido, y luego esta no encuentra gracia a sus ojos, por hallar en ella algo vergonzoso (indecente); le escribirá el libelo de repudio, y poniéndoselo en la mano, la mandará a su casa. Una ligera interpretación del “no encontrar gracia a sus ojos” (= no agradarle), llevó a justificar, en algún momento de la historia del judaísmo, el repudio “por cualquier motivo”, como veremos después.

[3] Así sostiene, en un reciente estudio, Paul Mankowsky, s.j., La enseñanza de Cristo sobre el divorcio y el segundo matrimonio: el dato bíblico, en Permanecer en la verdad de Cristo: Matrimonio y comunión en la iglesia católica; Ed. Cristiandad, Madrid 2014, 65-66.

[4] Así por ejemplo Orígenes, según el testimonio reportado por Eusebio de Cesarea en su Historia Eclesiástica (VI, 25, 3; EP 503), que afirma que recibe como dato de la tradición la autenticidad del primer Evangelio como atribuida a Mateo: «Como recibí de la tradición en relación a los cuatro evangelios, los únicos que son admitidos sin controversia en la Iglesia de Dios que está bajo el cielo: en primer lugar fue escrito según Mateo, que había sido publicano y luego apóstol de Jesucristo, fue publicado para los creyentes provenientes del judaísmo, compuesto en lengua hebrea.» Dan también testimonio Papías y San Ireneo, especialmente.

[5] H.G. Lidell- R. Scott, Greek English lexicon, Oxford 1996, 1334. Nacar – Colunga, Sagrada Biblia (BAC 1; Madrid 1963), 1000-1.

[6] Así el codex B (Vaticano), el D (codex Bezae), los manuscritos de la familia uno (f1) y de la familia trece (f13), que son importantes, aunque la mayoría de las lecciones variantes (otros manuscritos), algunas también de gran importancia, presentan la lectura tradicional.

[7] Cfr. Biblia de Jerusalén, Ed. Disclé de Bouver, Bilbao 1988, p. 1451.

[8] 1Co 7,10-11: Que la mujer no se separe del marido; pero si se separa, que no se case con otro o se reconcilie con el marido, y que el marido no se divorcie de su mujer.

[9] Cfr. Leslie McFall, Appendix H (1/2/2015), pp.12-17 (https://lmf12.files.wordpress.com/2015/01/clement-of-alexandria4.pdf). Se trata de un apéndice agregado con posterioridad a un libro (e-book) del mismo autor: The biblical teaching on divorce and remarriage (2009): (http://www.wisereaction.org/ebooks/divorce_mcfall.pdf).

[10] Dicha interpretación en el ya citado artículo de P. Mankowsky, s.j., La enseñanza de Cristo sobre el divorcio y el segundo matrimonio: el dato bíblico, 64-65.

 

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