Es lo más suave que podemos decir. Si cuanto nos dice el sitio católico LifeSiteNews es verdad, será necesario reconocer que el Sínodo no sirvió para nada, y menos todavía el Informe final del mismo, porque los prelados que antes y durante el Sínodo defendieron la comunión a los divorciados vueltos a casar que no están dispuestos a abstenerse de las relaciones adulterinas, no solo siguen afirmando lo mismo una vez terminado el Sínodo, sino que sostienen que el Documento final (y el Sínodo que éste resume) los autoriza para eso. Así se desprende de “numerosos artículos” comentando el Informe sinodal publicados en los sitios oficiales de las conferencias episcopales alemana y suiza. “La tendencia de ambos sitios web es la misma, dice LifeStyleNews. Ambos festejan el hecho de que el lenguaje del documento del Sínodo ya no habla más de pecado ni de la necesidad de una conversión profunda, sino, más bien, da la bienvenida a las personas en diferentes situaciones de vida, al margen de las prioritarias cuestiones de si sus modos de vida están sinceramente y de hecho en armonía con la Ley de Dios”.
Esto es una tomadura de pelo. Ya lo hemos dicho en otros artículos: el Documento final no es lo claro que exige un tema tan delicado como éste, pero no dice lo que le hacen decir estos sofistas. Es impreciso e incompleto. Convengamos. Pero me parece que no llega a ser anfibológico, es decir, que permite una doble lectura. Se salva con lo mínimo, pero se salva. No solo en lo que dice, sino en lo que no dice, pues, y esto es fundamental, jamás se sostiene que queda abrogada toda la disciplina magisterial clarísimamente precisada en Familiaris consortio, la Carta de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre la comunión de los divorciados vueltos a casar, y el Catecismo de la Iglesia; así como todo cuanto dicen los numerosos documentos del Magisterio sobre la imposibilidad de comulgar en pecado mortal y la necesidad del propósito de enmienda para el único posible arrepentimiento del pecado, sin el cual una persona continua en estado de pecado mortal e impedido para comulgar. Y si la Iglesia no cambia explícitamente una doctrina, se supone que ésta no cambia. Ni una doctrina, ni una norma disciplinar, quedan abrogadas por no ser citadas en algún documento. ¡Y menos en un documento que no tiene ningún valor magisterial, como es el Informe sinodal, que contiene las reflexiones de los padres sinodales para uso personal del Pontífice y para dar de comer a los periodistas que viven que ganan su puchero comentando los entretelones de este sainete! De hecho, en el referido documento tampoco se dice que los obispos son la cabeza de cada iglesia local y no por eso al volver a sus diócesis, los señores prelados se encontraron con el sillón episcopal ocupado por un extraño.
Pero esto ya lo hemos dicho. Y repetido. Y vuelto a repetir. Hasta cansar a nuestros lectores y cansarnos nosotros mismos. Pero a un sordo se le puede gritar mil veces lo mismo, que nunca escuchará. Y a un tonto se le puede explicar un millón de veces la verdad más elemental, que jamás la entenderá. Y a un progresista católico se le podrán mostrar doscientos documentos del magisterio declarando errónea una doctrina, que él continuará a repetirla. Y no por sordo ni por tonto, lo que tampoco se descarta, sino por método. Porque ni le importa la verdad, ni la doctrina de la Iglesia, sino la consecuencia con sus propios principios que son la subjetividad de la conciencia y la relatividad de la verdad, el festejo carnavalesco del pensamiento moderno, y el principio de que “la realidad la crea cada uno y la acomoda según sus gustos”. ¿Y Cristo? Él, que se avenga a nosotros o que se marche con su Padre.
Hoy, 10 de noviembre, se celebra la memoria de San León Magno, quien salvó a Roma de Atila. Los tiempos se parecen; ahora, como entonces, muchos quisieran asaltar Roma. La oración de la Misa de este día pide a Dios, por intercesión de este santo, que conceda a su Pueblo “permanecer fiel a la verdad [divina] y gozar siempre de su paz”; porque la paz es fruto de la posesión de la verdad. Y la fidelidad a la verdad es don de Dios. Para nuestro tiempo se ha tornado uno de los dones más necesarios para evitar despeñarse en lo que deberíamos llamar –parafraseando al sociólogo marxista Zygmunt Bauman– “catolicismo líquido”.
P. Miguel Ángel Fuentes, IVE
Hay que tener esperanza que si habrá discernimiento al final, los progresistas católicos no podrán contra la doctrina de la Iglesia si todos los católicos toman responsabilidad de hacer su parte para defender este sacramento, se eduquen mas en la fe, y ayuden a que no se sigan cometiendo errores que lleven a sacramentos invalidos o al divorcio. YC