Traduzco y publico a continuación una Declaración firmada por más de 50 teólogos moralistas y filósofos de primer nivel (la mayoría catedráticos en algunos de los principales centros de estudio católicos del mundo entero) que denuncia gravísimos errores morales contenidos en el párrafo 137 del “Instrumentum laboris” preparado para el Sínodo que está a punto de comenzar. Considero que todo cuanto está expuesto a continuación es de una importancia capital y debe ser seriamente meditado y estudiado en orden a corregir los errores introducidos en la redacción del texto de trabajo Sinodal. El artículo que traducimos ha sido publicado en la Revista First Things, y está fechado el 10 de setiembre de 2015, con la firma de David S. Crawford y Stephan Kampowski. Su título es “Un llamado. Recordando la enseñanza de Humanae vitae (y Veritatis splendor)”. La versión original puede ser leída en el siguiente enlace: “An Appeal. Recalling the Teaching of Humanae vitae (and Veritatis splendor)“. Suscribo totalmente las afirmaciones del análisis (P. Miguel Ángel Fuentes, IVE). Al final pueden verse los nombres de todos los teólogos y filósofos adherentes.
Un llamado
Recordando la enseñanza de Humanae vitae (y Veritatis splendor)
David S. Crawford y Stephan Kampowski
El 23 de junio de 2015 se publicó el Intrumentum laboris (texto de trabajo) para la XIV Asamblea Ordinaria del Sínodo de los Obispos. Dicho Instrumentum abarca un amplio abanico de tópicos referidos al tema del Sínodo sobre la familia. El parágrafo 137 alude a un documento clave del Magisterio moderno, la Humanae vitae, de un modo que pone en cuestión el vigor de su enseñanza y, al mismo tiempo, propone un método de discernimiento moral claramente no católico. Esta propuesta de discernimiento contradice lo enseñado hasta ahora por el Magisterio de la Iglesia acerca de las normas morales, de la conciencia y del juicio moral, sugiriendo que una conciencia bien formada puede estar en conflicto con las normas morales objetivas.
Como teólogos y filósofos moralistas católicos, nos sentimos moralmente obligados a hablar contra la distorsión de la enseñanza católica implícita en el parágrafo 137. Si llega a ser aprobado por el Sínodo, el defectuoso texto del Instrumentum laboris puede sembrar confusión entre los fieles. Por este motivo, debería quitarse el parágrafo 137 y reemplazarse por otro que hable de la conciencia con mayor precisión, que celebre la sabiduría y belleza de la Humanae vitae, y que ayude a los esposos a apreciar las gracias de que disponen para vivir el plan de Dios sobre el don de la sexualidad.
La norma moral
El párrafo 137 en la versión oficial en inglés publicada por el Vaticano dice lo siguiente:
“In relation to the rich content of Humanae Vitae and the issues it treats, two principal points emerge which always need to be brought together. One element is the role of conscience as understood to be God’s voice resounding in the human heart which is trained to listen. The other is an objective moral norm which does not permit considering the act of generation a reality to be decided arbitrarily, irrespective of the divine plan of human procreation. A person’s over-emphasizing the subjective aspect runs the risk of easily making selfish choices. An over-emphasis on the other results in seeing the moral norm as an insupportable burden and unresponsive to a person’s needs and resources. Combining the two, under the regular guidance of a competent spiritual guide, will help married people make choices which are humanly fulfilling and ones which conform to God’s will”.
Si la versión en inglés es muy ambigua, mucho más problemático resulta el texto original en italiano [y en español[i]], que dice literalmente:
“Teniendo presente la riqueza de sabiduría contenida en la Humanae vitae, en relación a las cuestiones tratadas en el documento, surgen dos polos que deben ser constantemente conjugados. Por una parte, el papel de la conciencia entendida como voz de Dios que resuena en el corazón del hombre educado a escucharla; por otra, la indicación moral objetiva, que impide considerar la procreación una realidad sobre la cual decidir arbitrariamente, prescindiendo del designio divino sobre la procreación humana. Cuando prevalece la referencia al polo subjetivo, es fácil caer en opciones egoístas; en el otro caso, se percibe la norma moral como un peso insoportable, que no responde a las exigencias y a las posibilidades de la persona. La combinación de los dos aspectos, vivida con el acompañamiento de un director espiritual competente, ayudará a los cónyuges a escoger opciones plenamente humanizadoras y conformes a la voluntad del Señor”
Si la traducción en inglés suaviza la división entre conciencia y normas hablando de “two principal points” [dos puntos principales], la versión italiana la intensifica hablando de “due poli” [vertido literalmente en la española: “dos polos”]. Si la versión inglesa habla de “over-emphasis” [acentuar], la italiana habla de “prevalere” [trasladado literalmente en la española: “prevalecer”]. Ahora bien, la lengua de trabajo en el Sínodo del año pasado fue el italiano. Por tanto, el original italiano parece ser la versión más importante del texto.
Sin embargo, en cualquiera de las dos versiones que se use, el parágrafo 137 no presenta bien ni el papel de la conciencia ni el significado de las normas. La redacción del parágrafo es profundamente ambigua, y tiende a presentar la norma moral como exterior a la persona humana y a la vida buena que estamos llamados a vivir. De este modo sugiere que la norma es exclusivamente negativa y, por tanto, coercitiva. Este énfasis en la función prohibitiva de la norma ignora su papel positivo en la promoción del crecimiento personal del actor moral y del cumplimiento en el bien. A causa de que el pasaje no enseña que la norma en sí misma, en su objetividad, manifiesta algo crucial para la belleza y bondad de la vida humana bien vivida, transmite también la impresión de que las normas morales pueden ser, de hecho, “un peso insoportable”, es decir, “no responde a las exigencias y a las fuerzas de la persona”.
El modo en que el parágrafo presenta la norma moral no tiene en cuenta lo que dice la Veritatis splendor en el n. 15: “Jesús enseña que los mandamientos no deben ser entendidos como un límite mínimo que no se puede traspasar, sino más bien como un sendero que entraña un viaje moral y espiritual hacia la perfección, en cuyo corazón está el amor (cf. Col 3,14)”. Comprender las normas morales exclusivamente como limitaciones externas que compiten potencialmente con el bien del sujeto moral, ignora el modo de hablar de Jesucristo sobre los mandamientos como rebosantes de la plenitud de vida prometida por Él.
Sugerir que el contenido objetivo de una norma moral puede “no responder a las necesidades de una persona”, de tal modo que conformarse a su mandato podría no promover el bien moral de la persona, esto es, el “bien de la persona” (cf. VS 50), contradice la concepción católica de la moralidad. Afirmar que las normas morales puedan no promover la felicidad humana insinúa una concepción de la ley moral nominalista y arbitraria, según la cual un acto sería malo por la exclusiva razón de haber sido prohibido. Tal perspectiva no corresponde de ningún modo a la realidad de la creación de Dios. Hay que decir, más bien, que la norma moral, correspondiendo a la verdad del acto creador de Dios, expresa aquellas verdades antropológicas sobre la persona humana que no pueden ignorarse o violarse sin dañar nuestras “necesidades y posibilidades”, esto es, sin perjudicarnos a nosotros mismos.
Sostener que el contenido de las normas morales, tal como se encuentran en la Escritura y están expuestas por el Magisterio, puedan no responder a las “fuerzas” de la persona, niega la explícita, consoladora y esperanzadora enseñanza del Concilio de Trento que expuso: “Pero nadie, aunque esté justificado, debe persuadirse que está exento de la observancia de los mandamientos, ni valerse tampoco de aquellas voces temerarias, y prohibidas con anatema por los Padres [conciliares], es a saber: que la observancia de los preceptos divinos es imposible al hombre justificado. Porque Dios no manda imposibles; sino mandando, amonesta a que hagas lo que puedas, y a que pidas lo que no puedas; ayudando al mismo tiempo con sus auxilios para que puedas; pues no son pesados los mandamientos (cf. 1Jn 5,3) de aquél, cuyo yugo es suave, y su carga ligera (cf. Mt 11,30)” (Sesión VI, 11). El parágrafo 137 del Instrumentum laboris no solo no aconseja confiar en Dios esforzándose en conformarse a sus mandamientos, sino que sugiere, en cambio, que el agente moral puede buscar un punto medio en el que equilibrar sus auto-discernidas “necesidades y posibilidades” subjetivas, en contra del contenido real de la ley moral. De este modo se pierde completamente la comprensión que el Concilio transmite acerca de la gracia de la redención de Cristo, reiterada en el capítulo tercero de la Veritatis splendor: “Para no se vacíe la cruz de Cristo de su poder”.
El auténtico cuidado pastoral no puede consistir en adaptar la ley moral a las capacidades percibidas en los cónyuges (“gradualidad de la ley”), sino, más bien, acompañarlos en un camino de crecimiento moral –quizá largo y difícil– (“ley de la gradualidad”), que pueden emprender mediante el poder de la gracia de Dios (cf. FC 34). La ley de la gradualidad debe ser practicada por los confesores que no han de ser duros con los esposos que fracasan repetidamente en su fidelidad al plan divino sobre la sexualidad. Los esposos deben de ser animados a buscar más ardientemente las gracias necesarias para ordenar adecuadamente sus deseos sexuales.
La conciencia
No menos ambigua e incompleta resulta la presentación de la conciencia en el parágrafo 137. Se nos dice que es la “voz de Dios que resuena en el corazón del hombre educado a escucharla”.
Esta definición parece ser una distorsión del texto de Gaudium et spes, n. 16 que dice: “En lo más profundo de su conciencia descubre el hombre la existencia de una ley que él no se dicta a sí mismo, pero a la cual debe obedecer, y cuya voz resuena, cuando es necesario, en los oídos de su corazón, advirtiéndole que debe amar y practicar el bien y que debe evitar el mal: haz esto, evita aquello. Porque el hombre tiene una ley escrita por Dios en su corazón, en cuya obediencia consiste la dignidad humana y por la cual será juzgado personalmente. La conciencia es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que éste se siente a solas con Dios, cuya voz resuena en el recinto más íntimo de aquélla. Es la conciencia la que de modo admirable da a conocer esa ley cuyo cumplimiento consiste en el amor de Dios y del prójimo”.
El Instrumentum laboris no señala que la conciencia hace referencia a la ley escrita en nuestros corazones, que es el sentido en que debe interpretarse la “voz de Dios”. La “voz” de Dios no dice una cosa sobre la moralidad a una persona y algo diferente a otra, y jamás habla contra una norma objetiva enseñada por la Iglesia. Hablar de una voz de Dios de tal modo que parece distinta de la ley moral o que parece carecer de toda referencia a ella, es muy inadecuado. Es erróneo hablar de un polo subjetivo extraño a la ley, que debería conjugarse con dicha ley.
De los errores del parágrafo 137 no solo puede seguirse el riesgo de “opciones egoístas”, sino más bien un subjetivismo radical en nuestra comprensión de la vida moral, al desvincular la conciencia de la presencia interna de la ley moral que la ilumina. Una vez que la conciencia es separada de la ley, aquélla deja de ser un modo de estar ante Dios. Con tal manera de pensar, en la propia conciencia uno está, más bien, solo ante sí mismo. La Veritatis splendor, al comentar Rom 2,14-15 expresa el modo en el que la conciencia, comprendida propiamente, nos pone en la presencia de Dios: “Según las palabras de san Pablo, la conciencia, en cierto modo, pone al hombre ante la ley, siendo ella misma «testigo» para el hombre: testigo de su fidelidad o infidelidad a la ley, o sea, de su esencial rectitud o maldad moral” (n. 57).
También está totalmente ausente del parágrafo 137 la idea de que la conciencia hace una referencia intrínseca a una verdad objetiva acerca del bien. Presentando la conciencia como una facultad subjetiva que en oposición dialéctica con la ley, el Instrumentum laboris propone una concepción incompatible con la enseñanza del Magisterio de la Iglesia y disminuye la dignidad espiritual de la persona humana entendida como alguien capaz de conformar sus acciones con la verdad objetiva.
El juicio moral
Según la lógica del parágrafo 137 el juicio moral no es ya un juicio de conciencia iluminado por la ley, sino más bien la conjugación de dos polos, uno subjetivo y otro objetivo. Debemos enfatizar que tal conjunción de los dos elementos dialécticos se realiza sin ningún criterio. Siendo la conciencia y la ley dos polos que hay que reconciliar, ninguno de ellos puede proporcionar los criterios de cómo realizar su combinación. En otras palabras, el Instrumentum laboris, parece implicar que el criterio último de moralidad es arbitrario.
La mencionada ayuda externa de un “director espiritual competente” no soluciona la dificultad. Si bien una fiel dirección espiritual puede reportar indudablemente muchos beneficios, la necesidad de aludir a ella en este contexto no hay más que reconocer la falta de criterios –fuera de la guía espiritual– en los que basar la decisión final. Debemos decir que solo unos pocos esposos acuden de hecho regularmente a una dirección espiritual. Más profundamente, esta solución hace depender a los cónyuges del juicio moral de los pastores experimentados, una dependencia que contradice la verdadera naturaleza de la conciencia.
Una guía spiritual no tendrá mayor acceso a criterios objetivos que una conciencia bien formada (“entrenada a escuchar”), y la misión del director espiritual jamás consiste en recomendar o permitir la transgresión de la ley moral de Dios. De hecho, la misma Humanae vitae insiste en que quien guía a los esposos nunca debe comprometer la verdad: “No menoscabar en nada la saludable doctrina de Cristo es una forma de caridad eminente hacia las almas” (HV 29).
San Juan Pablo II, el Papa de la familia, clarificó la imposibilidad de que una evaluación subjetiva privada de los bienes pudiera ser de mayor peso que los bienes objetivos: “Hablar de «conflicto de valores o de bienes» y de la consiguiente necesidad de lograr una especie de «equilibrio» de los mismos, eligiendo uno y rechazando el otro, no es moralmente correcto y sólo produce confusión en la conciencia de los esposos”[ii].
Ahora bien, presentando el juicio moral como un posible conflicto entre la conciencia y la moralidad objetiva, el parágrafo 137 cae en el error rechazado por la Veritatis splendor, n. 56: “Además del nivel doctrinal y abstracto, sería necesario reconocer la originalidad de una cierta consideración existencial más concreta. Ésta, teniendo en cuenta las circunstancias y la situación, podría establecer legítimamente unas excepciones a la regla general y permitir así la realización práctica, con buena conciencia, de lo que está calificado por la ley moral como intrínsecamente malo. De este modo se instaura en algunos casos una separación, o incluso una oposición, entre la doctrina del precepto válido en general y la norma de la conciencia individual, que decidiría de hecho, en última instancia, sobre el bien y el mal. Con esta base se pretende establecer la legitimidad de las llamadas soluciones pastorales contrarias a las enseñanzas del Magisterio, y justificar una hermenéutica creativa, según la cual la conciencia moral no estaría obligada en absoluto, en todos los casos, por un precepto negativo particular”.
La encíclica de San Juan Pablo II anticipa, si se puede decir así, el lenguaje del Instrumentum laboris y su interés por el peso de nuestras “necesidades y capacidades”: “La doctrina de la Iglesia, y en particular su firmeza en defender la validez universal y permanente de los preceptos que prohíben los actos intrínsecamente malos, es juzgada no pocas veces como signo de una intransigencia intolerable, sobre todo en las situaciones enormemente complejas y conflictivas de la vida moral del hombre y de la sociedad actual. (…) En realidad, la verdadera comprensión y la genuina compasión deben significar amor a la persona, a su verdadero bien, a su libertad auténtica. Y esto no se da, ciertamente, escondiendo o debilitando la verdad moral, sino proponiéndola con su profundo significado de irradiación de la sabiduría eterna de Dios, recibida por medio de Cristo, y de servicio al hombre, al crecimiento de su libertad y a la búsqueda de su felicidad” (VS 95).
Las ambiguas e imprecisas formulaciones del parágrafo 137 sugieren un rechazo de la existencia de actos intrínsecamente malos. El texto implica que no hay normas morales que tengan validez absoluta, universal e inmutable y que prohíban siempre y sin excepciones acciones intrínsecamente malas. De este modo, el pasaje parece cuestionar la Tradición de la Iglesia y la enseñanza explícita de la encíclica Veritatis splendor (nn. 79-82; 115).
El verdadero contenido de Humanae vitae
El parágrafo 137 caracteriza la enseñanza de la Humanae vitae de un modo que abre las puertas a una sería tergiversación de su significado. El Instrumentum laboris resume la encíclica diciendo que enseña “la norma moral objetiva, que impide considerar la procreación una realidad sobre la cual decidir arbitrariamente, prescindiendo del designio divino sobre la procreación humana”.
La frase “decidir arbitrariamente” induce a la idea de que las prácticas contraceptivas pueden ser aceptadas en la medida en que no se tomen por razones “arbitrarias”. Desgraciadamente, esta frase, especialmente a la luz de las otras consideraciones del parágrafo, sugiere que razones “no arbitrarias” podrían permitir el uso de la contracepción en algunas circunstancias. El parágrafo podría haber dejado más claro que la Humanae vitae no permite esto (cfr. HV 11). La Humanae vitae enseña que en el plan de Dios acerca del acto marital: “[excluye] toda acción que, o en previsión del acto conyugal, o en su realización, o en el desarrollo de sus consecuencias naturales, se proponga, como fin o como medio, hacer imposible la procreación” (n. 14).
Por último, el parágrafo 137 está muy lejos de promover la sólida antropología en la que el Beato Pablo VI, y tras él San Juan Pablo II, basaron la clara enseñanza normativa de la Iglesia: los seres humanos están destinado a amar y ser amados. La contracepción, de hecho, es incompatible con amar y ser amado. Al usar anticonceptivos, no solo se rechaza el significado procreativo del acto conyugal, sino también el significado del acto en cuanto verdaderamente “unitivo”, el genuino acto de amor también queda radicalmente comprometido (cfr. HV 12). En sus catequesis sobre el amor humano (“Teología del cuerpo”), Juan Pablo II expuso una defensa bíblicamente fundamentada de la enseñanza de la Humanae vitae basada en el significado esponsal del cuerpo. El acto sexual es la donación de sí mismo que completa el propio ser y el del otro y está intrínsecamente ordenado a la fructificación propia del amor conyugal. Lamentablemente, el Instrumentum no ha recurrido a la profunda teología del cuerpo de Juan Pablo II, una teología que rechaza considerar las normas objetivas como en tensión con el bien humano o con la conciencia de la bondad del acto conyugal.
Aunque el parágrafo 137 habla de la “riqueza de sabiduría” de Humanae vitae, de hecho mina su propósito central. Según la declaración de intenciones de Pablo VI (cfr. HV 4), en seguimiento del pedido del Concilio Vaticano II de un documento de este tipo (cfr. GS 51), la Humanae vitae intenta ofrecer nada menos que una interpretación de la ley moral natural.
Conclusión
A la luz de todo lo anterior, consideramos que el texto del Instrumentum laboris contiene una seria deficiencia. Parece estar en directa tensión con las enseñanzas del Magisterio contenidas en Humanae vitae y Veritatis splendor. A pesar de que el parágrafo 137 se presenta a sí mismo como una explicación del significado de la Humanae vitae, de hecho vacía la encíclica de su enseñanza central. Lo que se juega aquí no es una cuestión de poca monta sino una seria distorsión del contenido básico del documento de Pablo VI. Las inadecuaciones y tergiversaciones contenidas en el Instrumentum laboris pueden tener consecuencias devastadoras para los fieles, quienes tienen derecho a conocer la verdad del depositum fidei. En verdad, si el Sínodo aprobara el parágrafo 137, sembraría semillas de confusión entre los fieles. No se llevará a los fieles a apreciar y vivir la belleza y firme enseñanza sobre la sexualidad expresada en la Humanae vitae. Se les confundirá respecto de la relación entre la conciencia y la verdad moral objetiva. Y finalmente, esta confusión no se limitará solamente a la enseñanza de la Humanae vitae. Permitir que las formulaciones del parágrafo 137 se presenten como parte de la enseñanza del Sínodo implicaría que su lógica podría aplicarse en otros ámbitos en que la enseñanza de la Iglesia concernientes a los actos intrínsecamente malos es puesta en tela de juicio, como el aborto o la eutanasia.
Ya hemos recorrido antes este camino. El fracaso de muchos teólogos e incluso de algunos obispos y sacerdotes en dar un sólido apoyo a la enseñanza de la Humanae vitae ha llevado a décadas de una débil identificación con la enseñanza de la Iglesia, no sólo en materia sexual, sino en todos los ámbitos. El Sínodo es una oportunidad para corregir esta deficiencia. El parágrafo 137 debe ser rechazado y reemplazado por un fuerte apoyo a la enseñanza de la Humanae vitae y una clara explicación de la relación entre la conciencia y las normas morales objetivas como enseña la Veritatis splendor.
Publicamos esta declaración en nuestra condición de filósofos y teólogos moralistas católicos, deseando hacer una contribución al éxito del Sínodo. Que siempre esté guiado por la verdad. Es la verdad misma la que permite el diálogo, en cuando proporciona los justos parámetros dentro de los cuales el diálogo se puede llevar a cabo. Con este llamamiento, ejercemos la parresía, la franqueza en el hablar, deseada por el Papa Francisco para el desarrollo del Sínodo de los Obispos. También tratamos de llevar a cabo nuestro papel de discernimiento del bien moral como servicio a la Iglesia y a todos los fieles (cfr. VS 113).
Autores
David S. Crawford is the Associate Professor of Moral Theology and Family Law, and Associate Dean for Academic Affairs, at the Pontifical John Paul II Institute for Studies on Marriage and the Family in Washington, DC.
Stephan Kampowksi is the Associate Professor of Philosophical Anthropology at the Pontifical John Paul II Institute for Studies on Marriage and Family in Rome, Italy.
Adhesiones
Rev. Prof. Nicanor Austriaco, O.P.
Providence College, Providence, RI
Rev. Dr. Fernando García Alvaro
Diocesan Seminary of Valladolid, Spain
Rev. Prof. Stephen L. Brock
Pontifical University of the Holy Cross, Rome, Italy
Rev. Prof. Basil Cole, O.P.
Pontifical Faculty of the Immaculate Conception, Dominican House of Studies,Washington, DC
Rev. Dr. Leo Elders
Major Seminary, Rolduc, Netherlands
Most Rev. Prof. Peter Elliott
John Paul II Institute for Marriage and the Family, Melbourne, Australia
Dr. Maria Fedoryka
Ave Maria University, Ave Maria, FL
Dr. John M. Finnis
University of Oxford, England and University of Notre Dame du Lac, Notre Dame, IN
Rev. Prof. Kevin Flannery, S.J.
Pontifical Gregorian University, Rome, Italy
Rev. Dr. Robert Gahl
Pontifical University of the Holy Cross, Rome, Italy
Dr. Jorge L.A.Garcia
Boston College, Boston, MA
Rev. Dr. Fernando García Alvaro
Diocesan Seminary of Valladolid, Spain
Dr. Véronique Gay-Crosier
University of Fribourg, Switzerland
Prof. Luke Gormally
The Anscombe Bioethics Centre (The Linacre Centre), Oxford, England
Dr. Oana Gotia
Pontifical John Paul II Institute, Rome, Italy
Rev. Dr. Daniel Granada Cañada
University of Navarra, Spain
Dr. Germain Grisez
Emeritus, Mount St. Mary’s University, Emmitsburg, MD
Rev. Dr. Benedict M. Guevin
Saint Anselm College, Manchester, NH
Dr. Michael Hanby
Pontifical John Paul II Institute, Washington, DC
Dr. Margaret Harper McCarthy
Pontifical John Paul II Institute, Washington, DC
Dr. Reinhard Hütter
Duke Divinity School, Durham, NC
Dr. Steven Jensen
University of St. Thomas, Houston, TX
Dr. Mark Johnson
Marquette University, Milwaukee, WI
Rev. Dr. Tomasz Kraj
Pontifical University of John Paul II, Cracow, Poland
Rev. Dr. Juan de Dios Larrú
Universidad Eclesiástica San Dámaso, Madrid, Spain
Most Rev. Andreas Laun
Auxiliary Bishop of Salzburg, Austria
Rev. Dr. Raúl Sacristán López
Universidad San Dámaso, Madrid, Spain
Dr. Norbert Martin and Renate Martin
Members of the Pontifical Council for the Family (since its foundation in 1981), Germany
Rev. Dr. Livio Melina
Pontifical John Paul II Institute, Rome, Italy
Rev. Dr. Jarosław Merecki
Pontifical John Paul II Institute, Rome, Italy
Dr. William Murphy
Pontifical College Josephinum, Columbus, OH
Rt. Rev. Jean-Charles Nault, O.S.B.
Abbot of the Abbey of Saint-Wandrille, France
Rev. Dr. José Noriega
Pontifical John Paul II Institute, Rome, Italy
Dr. Eduardo Ortiz
Universidad Católica de Valencia, Spain
Dr. Michael Pakaluk
Ave Maria University, Ave Maria, FL
Rev. Dr. José María Pardo Sáenz
University of Navarra, Spain
Rev. Dr. Juan José Pérez-Soba
Pontifical John Paul II Institute, Rome, Italy
Rev. Dr. Marian Pokrywka
The John Paul II Catholic University of Lublin, Poland
Rev. Dr. Helmut Prader
Philosophisch-Theologische Hochschule Benedikt XVI, Heiligenkreuz, Austria
Rev. Dr. Martin Rhonheimer
Pontifical University of the Holy Cross, Rome, Italy
Rev. Dr. Angel Rodríguez Luño
Pontifical University of the Holy Cross, Rome, Italy
Rev. Dr. Raúl Sacristán López
Universidad San Dámaso, Madrid, Spain
Rev. Dr. José María Pardo Sáenz
University of Navarra, Spain
Rev. Dr. Augusto Sarmiento
University of Navarra, Spain
Rev. Dr. Carlos Alberto Scarponi
Pontificia Universidad Católica Argentina, Buenos Aires, Argentina
Rev. Dr. Peter Schallenberg
Theologische Fakultät Paderborn, Germany
Dr. Michele Schumacher
University of Fribourg, Switzerland
Dr. Walter Schweidler
Catholic University of Eichstätt, Germany
Dr. Josef Seifert
Instituto de Filosofía Edith Stein, Granada, Spain
Dr. Mary Shivanandan, Emeritus
Pontifical John Paul II Institute, Washington, DC
Dr. Robert Spaemann, Emeritus
University of Munich, Germany
Rev. Dr. Josef Spindelböck
Philosophisch-Theologische Hochschule, St. Pölten, Austria
Dr. Aude Suramy
Institut Catholique de Toulouse, France
Rev. Dr. Juan Andrés Talens Hernándis
Facultad de Teología Valencia, Spain
Dr. Steven Craig Titus
Institute for the Psychological Sciences, Arlington, VA
Dr. Christopher Tollefsen
University of South Carolina, Columbia, SC
Dr. Mats Wahlberg
Umeå University, Sweden
Rev. Dr. Thomas Joseph White, O.P.
Dominican House of Studies, Washington, DC
Rev. Dr. Luigi Zucaro
Pontifical John Paul II Institute, Rome, Italy
[i] Los autores de la Declaración hacen referencia a la versión italiana, pero como la traducción oficial al español publicada por el sitio web del Vaticano transcribe literalmente las expresiones criticadas por los autores, me ha parecido lógico aludir a las dos y reproducir solamente la española, lengua de mi traducción.
[ii] Juan Pablo II, Discurso a los participantes a un encuentro de estudio sobre la procreación responsable, 5-VI-1987, n. 1.
TOTALMENTE DE ACUERDO CON ESTA DECLARACIÓN. SENSATA Y MUY PRUDENTE SOLICITUD. SALUDOS
Leí tres veces este articulo para entenderlo mejor ayudado de las enciclicas y de la sagrada escritura. Y en resumen es un articulo excelente de verdad y fe. Por lo que admito que la norma moral nos es un sobrepeso para el hombre y mucho menos para el matrimonio. Lo que nos resta a nosotros los laicos comprometidos con nuestra madre iglesia es ayunar, orara y recibir la eucaristía por el sínodo.
Es extremadamente revelador que la de por si equivoca en muchos aspectos “Humanae vitae” (que nunca ha sigo promulgada con carácter de magisterio infalible) como todo lo del Concilio Vaticano II ) esté a su vez siendo “tratada” en este momento… por sus frutos los conoceréis.
Estimado:
La Encíclica Humanae vitae no es parte de los documentos del Concilio Vaticano II; es de 1968. Sobre el carácter infalible de los elementos fundamentales en ella contenidos hay muchos sostenedores. Puede ver el libro más importante: “Humanae Vitae e Infallibilità: il Concilio, Paolo VI e Giovanni Paolo II”, de Ermenegildo Lio, O.F.M., Libreria Editrice Vaticana, l986.
Siempre es interesante escuchar : comentarios, opiniones, puntos de vista, que dentro de nuestra vida católica doctrinal, nos lleven a vivir en comunión como Iglesia, como pueblo de Dios.