¿Se puede curar la homosexualidad? (P. Miguel Ángel Fuentes, ive)

preocupacionNo es mi intención reiterar en este lugar los conceptos expuestos en el artículo “La homosexualidad, ¿enfermedad o pecado?”[1], sino aprovechar algunas de las numerosas consultas del que he recibido en los últimos años de personas que piden ayuda para solucionar el problema de la atracción por personas del mismo sexo, para descender al importantísimo tema de la ayuda a las personas con tendencias homosexuales[2]. A pesar de haber leído abundante literatura sobre el tema no conozco estadísticas “bien fundadas” sobre la distribución de los distintos grupos que conforman el colectivo de las personas que padecen inclinaciones homosexuales (al contrario de las especulaciones generalmente falsificadas sobre el porcentaje total de personas que serían homosexuales, dato que aparece en muchos informes, por lo general tendenciosos[3]). La distinción entre estos grupos tiene una capital importancia al momento de encarar este tema; creo que podemos dividirlos en tres grandes grupos: el de los “provocativos”, conformado por los activistas en favor de obtener “derechos” homosexuales (algunos se refieren a este grupo como “cultura gay”); el de los “indiferentes”, que llevan una vida práctica homosexual sin hacer alarde de ello pero sin preocuparse mayormente de modificar su situación; y finalmente, el de los que “sufren” su condición. Los activistas son el conjunto más reducido, aunque también quienes hacen más ruido y cuentan a su favor con medios políticos, propagandísticos y dinero suficiente para extorsionar las políticas de muchos gobiernos; tienen también un plan de lucha bien pensado y coordinado y han ocupado puestos claves en el ámbito de la política internacional; han logrado persuadir a buena parte del mundo de que representan un número muy superior al real y de que todas las personas que tienen tendencias homosexuales piensan como ellos. Estos se aprovechan del silencio de los que “sufren” y de la apatía de los “indiferentes”. Por el contrario, la experiencia de las personas y asociaciones que trabajan en la ayuda de las personas con tendencia homosexual manifiesta que la gran mayoría sufre notablemente su condición, no tienen la desfachatez de exigir ningún tipo de “derechos” al respecto y por lo general ni siquiera manifiestan su problema a las personas más allegadas. De aquí que sean pocos los que piden ayuda en el momento oportuno (por desconocimiento de que existe la posibilidad de ayudarlos o por ignorancia de quién puede brindarles esa ayuda).

Debemos reconocer una dolorosa constatación: son muy pocos los que están en condiciones de ayudar a estas personas, en parte como consecuencia de que en el ambiente profesional de psicólogos y psiquiatras no se considere la homosexualidad un problema en sí[4] y en parte porque los grupos activos han conseguido convencer a muchos incautos de que lo suyo es un estilo de vida libremente elegido e irreprochable (a esto apunta la política de la “ideología de género”)[5].

Ahora bien, la tendencia homosexual ¿tiene curación? Sí, al menos en la mayoría de los casos. Tal es no sólo la opinión sino la experiencia de los médicos, terapeutas y grupos de apoyo que trabajan en esta área[6]. Los tratamientos pueden ser diversos, pero los resultados son esperanzadores. Negar la posibilidad de la curación es cerrar los ojos a los resultados reales de quienes trabajan en este campo. Ateniéndome a la consulta hecha quisiera dejar sentado que:

1º La curación es posible; pero para que ésta sea total la persona que padece esta inclinación debe alcanzar dos objetivos:

  1. Aceptar intelectualmente que el acto homosexual es antinatural; que se opone a la estructura objetiva de la sexualidad humana, tanto en el plano genético (complementariedad de las células sexuales espermatozoide-óvulo), de los órganos sexuales internos (órganos productores de los gametos masculinos y femeninos), de los órganos sexuales externos y caracteres físicos externos del varón y la mujer, de la psicología masculina y femenina, e incluso de su espiritualidad[7]. Aceptar que es antinatural significa también que se debe aceptar que todo acto homosexual (es decir, que tenga por fin buscar un placer venéreo en el contacto real o imaginario con una persona del mismo sexo) es inmoral (ya sea un acto plenamente consentido de deseo o de pensamiento o un acto externo). Significa también entender que la mera tendencia homosexual (inclinación hacia el propio sexo) no es pecado mientras no sea consentida; pero aceptando al mismo tiempo que es algo objetivamente desordenado, por lo cual no se debe aceptar de modo complaciente y hay que esforzarse por evitar las consecuencias en que puede acentuarse o provocarse.
  2. La curación implica igualmente el desear la heterosexualidad, o sea, el querer sinceramente desarrollar en uno mismo la inclinación heterosexual[8]. Es importante enfatizar que esto es posible. Debemos tener en cuenta las siguientes palabras de un terapeuta reconocido profesionalmente en este campo: “Hay directores espirituales que animan correctamente a los homosexuales a vivir la castidad y el dominio de sí mismos, pero de hecho consideran que es imposible desarraigarla. Es muy equivocada la actitud de quien, de buena fe, pero víctimas probablemente de la escasa difusión de las experiencias terapéuticas, consideran que el mejor modo de ayudar las personas homosexuales es sólo enseñarles la resignación y la aceptación del sacrificio que supone su situación, renunciando a animarles y ayudarles a salir de ella, con paciencia y perseverancia. El camino de la curación de los homosexuales no pasa por una mala entendida compasión y mucho menos por la aceptación de su situación como «normal.  Es impresionante y doloroso constatar cuántos médicos, terapeutas, sacerdotes, psicólogos ignoran el deseo de cambiar que tienen muchas personas con tendencias homosexuales”[9]. Creo que también es muy importante señalar que así como con el uso de las terapias tradicionales sólo se registraban cambios hacia la heterosexualidad en un índice inferior al 30% de los casos tratados, con el empleo de terapias que apunten a reorientar “todas” las dimensiones de la persona dando un lugar importante en la terapia al perdón y a la espiritualidad cristiana, la tasa de curación se acerca al 100%[10].

2º La castidad es posible. Un punto es muy importante: aun cuando el segundo aspecto (el deseo de la heterosexualidad) no pueda alcanzarse en algunos casos (ya sea por dificultades particulares o por inadecuación en la terapia empleada) y por tanto no pueda hablarse de una “curación” total, la castidad sí es posible. El hecho de que una persona no llegue a cambiar su tendencia homosexual por la tendencia heterosexual implicará que no será capaz de establecer un matrimonio y una familia (es fundamental dejar en claro que el matrimonio no es una solución al problema de la homosexualidad, sino por el contrario, un muy probable fracaso, aun cuando haya sido buscado para escapar de los sentimientos homosexuales), pero no quiere decir que no pueda vivir la castidad, incluso en grado eminente. Lo puede hacer del mismo modo que muchas personas heterosexuales que deseando casarse no han podido concretar su anhelo (por enfermedad, o porque nunca apareció la persona adecuada) o estando casadas se ven obligadas a vivir una vida de continencia forzada (por enfermedad crónica propia o de su cónyuge, o por estar este o esta en prisión o alejado de la familia o por haber sido abandonado por el cónyuge). Para todos estos la perspectiva es “el coraje de ser castos” (título de un interesante libro del P. Benedict Groeschel lamentablemente no traducido a nuestra lengua[11]).

El P. John Harvey, fundador de Courage[12], tiene un pequeño escrito titulado “Un plan espiritual para re-orientar la vida de un homosexual”[13]. En el mismo el autor –uno de los más experimentados en este tema– defiende la posibilidad real de vivir la castidad en forma gozosa siempre y cuando la persona con inclinaciones homosexuales lleve una vida espiritual ordenada (el autor les traza las líneas de un plan de vida espiritual que debe incluir oración, meditación, Misa frecuente, examen de conciencia diario, confesión regular, devoción mariana y algún apostolado de obras de misericordia); en algunos casos hace falta el apoyo de un grupo como Courage[14] y un profundo trabajo sobre el perdón. Este último punto es esencial en esta terapia –como en muchas otras– pues la tendencia a la homosexualidad es muchas veces consecuencia de profundas heridas recibidas en la infancia o adolescencia (aislamiento, abandono, burlas, rechazos, etc.). Sin alcanzar una auténtica actitud de perdón es poco probable que se terminen las tendencias a la homosexualidad[15].

En el fondo todo cambio comienza por aferrarse a una visión sana y realista (un autor ha dicho con justeza que la salud mental depende del compromiso con la realidad a todo costo). Realismo significa en nuestro caso, una visión clara de la sexualidad, del plan divino, del “problema” que enfrenta la persona con tendencia homosexual, una visión de fe, una esperanza firme (en el posible cambio o al menos de la certeza de una vida casta).

Para estas personas es necesario el apoyo de sanas amistades (de ahí el gran bien de grupos ortodoxamente orientados como el ya citado Courage) y el trabajo en la pureza de corazón (con todo lo que esto implica: rectitud de intención, evitar las ocasiones de pecado, una vida espiritual ordenada e intensa).

Dijimos que cuando se produce un cambio total algunas de estas personas pueden aspirar una vida matrimonial y familiar normal[16]. Algunos preguntan también si pueden ser sacerdotes o consagrarse a Dios en la vida religiosa. Sobre este punto hay que guiarse por criterios prudenciales particularmente exigentes, tanto por el ambiente en que un futuro sacerdote (o una religiosa) vive (o sea, la convivencia permanente con personas de su mismo sexo), cuanto por el ministerio que habrá de desarrollar en el futuro (con niños, adolescentes, personas con grandes conflictos morales, enfermos, etc.), todo lo cual puede ser para estas personas una carga moral y psicológica difícil de sobrellevar y en momentos espirituales penosos incluso una ocasión de pecado; por esta razón la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos se expidió claramente sobre el tema en su “Respuesta a cuestiones sobre la Ordenación de Homosexuales” desaconsejando absolutamente la ordenación no sólo de personas homosexuales (o sea, activas en su condición) sino de personas con tendencia homosexual[17]. Creo que lo mismo puede decirse de la mujer que tiene tendencias lesbianas y quisiera dedicarse a Dios mediante la vida religiosa en una Congregación o Instituto de vida consagrada. No quiere decir esto que estas personas no puedan consagrarse a Dios –de hecho algunos lo hacen incluso mediante votos– sino que esto lo deberán encauzar en el marco de la vida laical consagrada y no en el sacerdocio ni en la vida religiosa comunitaria. Por supuesto, esto se debe entender de las personas que tienen una tendencia homosexual auténtica, no de quienes pueden experimentar aisladamente o en algún momento de su evolución psicológica algunas tentaciones homosexuales (controlables con los medios ordinarios de la templanza) o perplejidades en este campo[18].

En esta tarea de recuperación cumplen funciones muy importantes no sólo los profesionales de la salud, sino también los familiares (y en especial los padres de la persona con tendencias homosexuales), los profesores de colegios, en particular los sacerdotes y la comunidad católica en general, como han hecho notar con notas muy valiosas los autores de la Declaración Homosexualidad y Esperanza[19].

Finalmente, no debemos dejar de notar que la persona que debe luchar por su castidad experimentando una inclinación homosexual estable forma parte del rostro sufriente de la Iglesia. La necesaria aceptación de la realidad, que más arriba mencioné como el comienzo de toda auténtica terapia, pasa también por lograr una visión sobrenatural de esta cruz y de este sufrimiento con el que estas personas transitan su propio vía crucis acompañando a Cristo. Para ellos no encuentro mejor ayuda que invitarlos a meditar aquella página de la admirable Elisabeth Leseur:

Creo que Dios ha concedido el sufrimiento al hombre por un gran pensamiento de amor y de misericordia.
Creo que Jesucristo ha transformado, santificado, casi divinizado el sufrimiento.
Creo que el sufrimiento es para el alma el gran obrero de redención y de santificación.
Creo que el sufrimiento es fecundo, tanto y acaso más que nuestras palabras y nuestras obras, y que las horas de la Pasión de Jesucristo fueron más eficaces para nosotros y más grandes y sublimes ante el Eterno Padre que los mismos años de su predicación y de su terrenal actividad.
Creo que existe entre las almas que están en el mundo, entre las que expían, entre las que han alcanzado ya la verdadera vida, una vasta e incesante corriente constituida por los sufrimientos, los méritos y el amor de todas estas almas, y que nuestros más ínfimos dolores, nuestros más leves esfuerzos pueden, con la acción divina, alcanzar a otras almas queridas, próximas o lejanas, y llevarles la luz, la paz y la santidad.
Creo que en la Eternidad encontraremos de nuevo a los seres queridos que han conocido y amado la Cruz, y que sus sufrimientos y los nuestros se perderán en lo infinito del divino Amor y en los goces de la reunión definitiva.
Creo que Dios es amor y que el sufrimiento es, en su mano, el recurso de que se vale su amor para transformarnos y salvarnos.

Lejos pues de una visión cristiana el apagar la mecha que aún humea o terminar de quebrar la caña aplastada. Nada hay tan frágil –ni tan sagrado– como el alma humana. A las personas con tendencias homosexuales debemos darles esperanza y los medios para hacerla realidad.

 

NOTAS:

[1] Cf. P. Miguel Angel Fuentes, La homosexualidad, ¿enfermedad o pecado?, Rev. Diálogo 21 (1998), pp. 163-170.

[2] Dos aclaraciones: la primera, uso el término “inclinación homosexual” para referirme tanto a las inclinaciones homosexuales de los varones, cuanto a las inclinaciones homosexuales de las mujeres (más propiamente “lesbianismo”). Lo segundo, si bien usaré varias veces (sobre todo citando otros autores) el término “homosexual” en forma sustantivada, quiero aclarar que es una forma ambigua e incluso equívoca de expresarse; en realidad no hay “homosexuales” entendiendo la expresión como un tercer grupo equiparable al de los varones y mujeres. Sólo hay dos sexos: masculino y femenino; entre las personas varones o mujeres hay algunos que sienten inclinaciones hacia personas de su propio sexo. Por esta razón, en la medida en que se pueda hablaremos de “personas con orientación o inclinación homosexual” y no de “homosexuales”.

[3] En algunos informes se dice que el 10% de la población mundial (varones y mujeres) tendría orientación homosexual. En realidad, los estudios más serios indican (con variaciones de país a país) que entre el 2,4 y el 6% de los varones ha tenido experiencias homosexuales, y sólo el 1 y el 1,4 % son exclusivamente homosexuales; más bajo es el porcentaje entre las mujeres, de las cuales sólo el 0,4% o poco más serían exclusivamente lesbianas (el más célebre de estos informes es el llamado “Informe Kinsey” que se desprende de dos libros de Alfred Kinsey: Sexual Behavior in the Human Male, de 1948 y Sexual Behavior in the Human Female, de 1953). Sobre esto cf.Tarasco, M. Consideraciones sobre la Influencia del Reporte Kinsey. En Cuadernos de Bioética.4º. 1997.

[4] Recuérdese que en 1974 la Asociación de Psicólogos de Estados Unidos retiró la homosexualidad de su lista de enfermedades o desórdenes que necesitan tratamiento.

[5] Cf. Conferencia Episcopal Peruana, Comisión ad–hoc de la mujer de la Comisión Episcopal de Apostolado Laical, , La ideología de género: Sus peligros y alcances (http://www.aciprensa.com/controversias/genero.htm).

[6] La Declaración “Homosexualidad y esperanza”, de la Asociación Médica Católica de Estados Unidos, sostiene que la homosexualidad es curable, y cita la discusión entre los Doctores C.C. Tripp y Lawrence Hatterer en la que el Dr. Tripp afirmó:  “…no hay un solo caso registrado de cambio de orientación homosexual que haya sido validado por jueces o tests independientes.  Kinsey no pudo encontrar uno solo.  Ni tampoco Dr. Pomeroy ni yo hemos podido encontrar tal paciente.  Nos gustaría mucho recibir alguno del Dr. Hatterer”; a lo que el Dr. Hatterer respondió:  “Yo he ‘curado’ a muchos homosexuales, Dr. Tripp.  El Dr. Pomeroy o cualquier otro investigador puede examinar mi trabajo que está documentado por diez años de grabaciones en cinta.  Muchos de estos pacientes’curados’ (prefiero usar la palabra ‘cambiados’) se han casado, tienen familias y viven una vida feliz.  Es un mito destructivo  que ‘una vez homosexual, siempre homosexual’.  Esto ha hecho, y hará en el futuro millones de homosexuales convencidos.  Y aún más, no solo yo sino muchos otros psiquiatras de prestigio (los doctores Samuel B. Hadden, Lionel Ovesey, Charles Socarides, Harold Lief, Irving Bieber, y otros) han reportado sus éxitos terapéuticos de homosexuales tratables”. La Declaración continúa más adelante: “trabajos de revisión de resultados del tratamiento del homoerotismo muestran que ha tenido tanto éxito como el tratamiento de problemas psicológicos similares:  alrededor del 30% se siente liberado de los síntomas y otro 30% se encuentra mejor”; en nota bibliográfica se mencionan los trabajos de Bieber, Clippinger, Fine, Kaye, MacIntosh, Marmor, Nicolosi, Rogers, Satinover, Throckmorton, West (véase sobre esto la Declaración Homosexualidad y esperanza,  de la Asociación Médica Católica de Estados Unidos; por ejemplo en: http://www.iveargentina.org/Foro_SAlfonso/articulos_ajenos/Hosexualidad_y_esperanza.htm.especialmente notas 58-68).

[7] Incluso en el plano espiritual hay una diferencia entre el varón y la mujer pues realizan de modo diverso incluso las virtudes (en dependencia, claro está, de sus diferencias psicológicas); por ejemplo en la virtud de la fortaleza el varón es más proclive a desarrollar el acto de “atacar y vencer los obstáculos” (acto secundario de la fortaleza) y la mujer el de “resistir” largamente las pruebas (acto principal de esa virtud); análogamente se verifica en otras virtudes.

[8] Cf. P. John Hampsch, CMF, Hablemos claro sobre la homosexualidad, en Vida Humana Internacional, Manual para ayudar a las personas que tienen una orientación homosexual, 2003, p. 25.

[9] Gerard J. M. Van Den Aarweg, Valoración médica y moral de la homosexualidad, en: http://www.teologoresponde.org/Casos/Homosex_curacion.htm.

[10] Cf. Richard Fitzgibbons, M.D., La curación de las atracciones y los comportamientos homosexuales, www.vidahumana.org/vidafam/homosex/homosex_mapa.html.

[11] Benedict Groeschel, The Courage to be Chaste, Paulist Press, New York/Mahwah, 1985.

[12] Courage es un apostolado de la Iglesia Católica cuyo propósito es ayudar a quienes tienen atracciones hacia el mismo sexo y a sus seres queridos. Es, actualmente, la única organización de este tipo en la Iglesia Católica aprobada por la Santa Sede. Se puede ver su página en español en: http://www.couragerc.org/Espanol/ESPIndex.html.

[13] St. Paul Books and Media, Boston 1992.

[14] Además de Courage, trabaja en este campo un grupo Exodus Internacional, con una sección hispana (Exodus Latinoamérica), organización cristiana interdenominacional (no católica) dedicada a ayudar a quienes quieren librarse de la homosexualidad, a través del Jesucristo  (http://www.exoduslatinoamerica.com/).

[15] “A los pacientes se les da la opción de perdonar en tres niveles: el cognitivo, en el cual se toma la decisión de perdonar aunque el individuo no sienta ganas de hacerlo; el emocional, en el cual se llega a comprender a aquellos que han causado las heridas y en consecuencia el paciente siente ganas de perdonar; y el espiritual, cuando la persona ha sido herida tan profundamente que de hecho no puede perdonar por sí misma, por lo cual le pide a Dios la gracia de perdonar y de llevarse el enfado… Este proceso normalmente comienza como un ejercicio intelectual o cognitivo, como una decisión de perdonar para superar el dolor, aunque emocionalmente no se tenga ninguna inclinación de perdonar. Con frecuencia, se gasta una cantidad considerable de tiempo y energías en este nivel del perdón antes de que el paciente sienta verdaderas ganas de perdonar” (Belén Vendrell, La recuperación de una terapia esperanzadora en los conflictos de identidad sexual, http://www.iveargentina.org/Foro_SAlfonso/articulos_ajenos/homosexualidad_terapia.htm).

[16] Dicen los autores de la Declaración Homosexualidad y esperanza: “Para un Católico con atracción hacia su mismo sexo, la meta de la terapia debiera ser la libertad de vivir castamente de acuerdo a su estado en la vida.  Algunos de los que han bregado con atracción por el mismo sexo creen que están llamados a una vida de celibato.  No debiera hacérseles creer que han fracasado en el intento de adquirir libertad, porque no experimenten deseos sexuales por el sexo opuesto.  Otros pueden querer casarse y tener hijos.  Hay buenas razones para esperar que muchos van a poder alcanzar esta meta a su debido tiempo” (loc. cit.).

[17] “La Congregación para el Clero ha enviado a esta Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos una carta de su Excelencia, pidiéndonos que clarifiquemos la posibilidad de que hombres con tendencias homosexuales puedan recibir la ordenación presbiteral. Esta Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, consciente de la experiencia resultante de muchas causas instruidas con el propósito de obtener la dispensa de las obligaciones que derivan de la Sagrada Ordenación, y luego de debida consulta con la Congregación para la Doctrina de la Fe, expresa su juicio como sigue: la ordenación al diaconado y al presbiterado de hombres homosexuales u hombres con tendencias homosexuales es absolutamente desaconsejable e imprudente y, desde el punto de vista pastoral, muy riesgoso. Una persona homosexual, o una con tendencia homosexual no es, por consiguiente, apropiada para recibir el sacramento de las Sagradas Órdenes” (Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, Respuesta a cuestiones sobre la Ordenación de Homosexuales, 16 de mayo de 2002, Prot. n. 886/02/0. Firma Jorge A. Cardinal. Medina Estévez, Prefecto).

[18] Esto es lo que algunas llaman “homosexualidad imaginaria”, que es la atracción pasajera, sin consecuencias morales ni psicológicas posteriores; puede darse en algunos varones adolescentes en períodos de inseguridad o depresión (cf. Belén Vendrell, La recuperación de una terapia esperanzadora en los conflictos de identidad sexual; se puede leer, por ejemplo, en: http://www.iveargentina.org/Foro_SAlfonso/articulos_ajenos/homosexualidad_terapia.htm).

[19] Ya citada. Allí en la IIª parte: Recomendaciones, se habla del papel que desempeñan el sacerdote, los profesionales de la salud, los profesores de instituciones católicas, las familias católicas, la comunidad católica y los obispos. Invito a su lectura.

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