Es imposible tapar la enorme preocupación que el desarrollo del actual Sínodo produce en muchos de entre los más notables participantes del mismo. Inquietudes desde antes de comenzar sus sesiones, como lo pone en evidencia, entre muchas otras cosas, la carta escrita por trece cardenales, muchos de los cuales de notoria autoridad moral y doctrinal, que acaba de ser divulgada en español y que reproduzco tal como la reporta un conocido periodista especializado en estos temas [1]:
“Santidad,
Mientras inicia el Sínodo sobre la familia, y con el deseo de verlo servir provechosamente a la Iglesia y a usted en su ministerio, respetuosamente le pedimos que tome en consideración una serie de preocupaciones que tienen otros padres sinodales y que nosotros compartimos.
Si bien el documento preparatorio del Sínodo, el “Instrumentum laboris”, tiene puntos admirables, también tiene secciones que se beneficiarían de una sustancial reflexión y reelaboración. La nueva metodología que guía el sínodo parece asegurar una excesiva influencia sobre las deliberaciones del sínodo y el documento sinodal final. Tal y como está, y dada la preocupación que han expresado muchos padres acerca de varias secciones problemáticas del mismo, el “Instrumentum” no puede servir de manera adecuada como texto guía o fundamento de un documento final.
Algunos ambientes considerarán que a la nueva metodología sinodal le falta apertura y genuina colegialidad. En el pasado, el método de presentar propuestas y votarlas tenía como valioso fin saber la posición de los padres sinodales. La ausencia de propuestas y de las correspondientes discusiones y votaciones parecer desalentar un debate abierto y limitar las discusiones a los “circoli minori”; por consiguiente, nos parece urgente que se restablezca la redacción de propuestas que deberán ser votadas por todo el sínodo. Votar un documento final llega demasiado tarde en el proceso para una revisión total del mismo y un ajuste serio del texto.
Además, la falta de participación de los padres sinodales en la composición del comité de redacción ha creado un notable malestar. Sus miembros han sido nombrados, no elegidos, sin consulta previa. Del mismo modo, cualquiera que forme parte de la redacción de cualquier texto a nivel de los “circoli minori” debería ser elegido, no nombrado.
A su vez, estos hechos han creado el temor de que la nueva metodología no siga el espíritu tradicional y la finalidad de un sínodo. No se entiende la necesidad de estos cambios en la metodología. A un determinado número de padres les parece que la nueva metodología está configurada para facilitar unos resultados predeterminados sobre cuestiones importantes que son objeto de controversia.
Por último, y es tal vez lo más urgente, varios padres han expresado su preocupación de que un sínodo planificado para afrontar una cuestión pastoral vital -reforzar la dignidad del matrimonio y la familia- pueda llegar a estar dominado por el problema teológico/doctrinal de la comunión a los divorciados que se han vuelto a casar por lo civil. Si así fuera, esto inevitablemente levantaría cuestiones aún más fundamentales sobre cómo la Iglesia, en su camino, debería interpretar y aplicar la Palabra de Dios, sus doctrinas y sus disciplinas a los cambios en la cultura. El colapso de las iglesias protestantes progresistas en la época moderna, acelerado por su abandono de los elementos clave de la fe y de la práctica cristiana en nombre de la adaptación pastoral justifica una gran cautela en nuestras discusiones sinodales.
Santidad, le ofrecemos estos pensamientos en un espíritu de fidelidad y le agradecemos que los tome en consideración.
Fielmente suyos en Jesucristo”.
La carta le fue entregada al Papa por el cardenal George Pell el mismo lunes 5 de octubre, apenas iniciados los trabajos del sínodo sobre la familia. Entre los firmantes encontramos los nombres de algunos que nos merecen el más alto aprecio por la claridad de su doctrina y por la fidelidad al magisterio de la Iglesia:
– Carlo Caffarra, arzobispo de Bolonia, Italia, teólogo, anteriormente presidente del Pontificio Instituto Juan Pablo II para estudios sobre el matrimonio y la familia;
– Thomas C. Collins, arzobispo de Toronto, Canadá;
– Timothy M. Dolan, arzobispo de Nueva York, Estados Unidos;
– Willem J. Eijk, arzobispo de Utrecht, Holanda;
– Péter Erdõ, arzobispo de Esztergom-Budapest, Hungría, presidente del consejo de las conferencias episcopales de Europa y relator general del sínodo en curso, como lo fue también de la precedente sesión de octubre de 2014;
– Gerhard L. Müller, anteriormente obispo de Ratisbona, Alemania, y desde 2012 prefecto de la congregación para la doctrina de la fe;
– Wilfrid Fox Napier, arzobispo de Durban, Sudáfrica, presidente delegado del sínodo en curso, como lo fue también de la precedente sesión de octubre de 2014;
– George Pell, arzobispo emérito de Sydney, Australia, y desde 2014 prefecto en el Vaticano de la secretaría para la economía;
– Mauro Piacenza, Genova, Italia, anteriormente prefecto de la congregación para el clero y desde 2013 penitenciario mayor;
– Robert Sarah, anteriormente arzobispo de Conakry, Guinea, y desde 2014 prefecto de la congregación para el culto divino y la disciplina de los sacramentos;
– Jorge L. Urosa Savino, arzobispo de Caracas, Venezuela.
Según señala Sandro Magister, en la tarde del lunes 5 de octubre, durante la primera discusión en el aula, el cardenal Pell y otros padres sinodales retomaron algunas de las cuestiones de la carta, sin citarla. El Santo Padre estaba presente. A la mañana siguiente, martes 6 de octubre, éste tomó la palabra en una intervención no prevista, en la que tampoco hizo alusión alguna a esta carta u otras, pero dijo que las discusiones no debían reducirse al problema de la comunión a los divorciados vueltos a casar, aunque reivindicó sustancialmente el valor de la “Relación final” del Sínodo anterior, la continuidad del actual con aquél, y del texto del “Instrumentum laboris”. Se hizo así eco solo de una de las preocupaciones allí enunciadas. De todos modos, al final de la primera semana, el viernes 9 de octubre, el Cardenal Tagle en la rueda de prensa, sorprendió a todos diciendo que sobre la relación final del Sínodo “esperamos la decisión del Papa”; y lo mismo repitió al día siguiente el vocero de la Santa Sede, P. Lombardi, contra cuanto figura en el calendario sinodal difundido al comienzo del Sínodo, que prevé cuatro días para redactar este documento, que, además, fue anunciado por el card. Baldiseri, secretario general del sínodo, al inaugurar el mismo y, sobre todo, la nominación de parte del Papa de una una comisión de diez cardenales y obispos precisamente “para la elaboración de la relación final”. Todo esto, evidentemente, muestra que las cosas están muy difíciles y que la clarificante y esperanzadora “Relación introductoria” del Cardenal Peter Erdö, relator del Sínodo, leída al comienzo de los trabajos, está muy lejos de ser la palabra definitiva en estas discusiones. El mismo cardenal Tagle reconoció ante los periodistas que “el nuevo método adoptado por el sínodo probablemente ha causado un poco de confusión, pero es bueno estar confundidos de vez en cuando. Si las cosas están siempre claras, ya no sería la vida de verdad”. Afirmaciones que nadie está obligado a compartir. Más si pensamos que Jesús nunca sembró confusión y a pesar de eso pudo afirmar que Él es “la Verdad y la Vida”.
De nuestra parte, esto exige ojos muy abiertos y un corazón en continua unión con Dios y espíritu de súplica. Hay que rezar mucho por los frutos del Sínodo y acompañar nuestra oración con penitencia. Hoy, memoria de la Virgen del Pilar, la vencedora de todas las asechanzas que han amenazado a la Iglesia de Dios desde su nacimiento, nos debe de llenar de confianza, pero también de determinación. Nadie es ajeno a esta confrontación, porque el que no se haya dado cuenta de que estamos en una confrontación, y muy dura, es conveniente que se despierte de una vez por todas.
P. Miguel Ángel Fuentes, IVE
[1] Tomo estos datos del artículo de Sandro Magister del 12 de octubre de 2015: “Trece Cardenales han escrito al Papa” http://chiesa.espresso.repubblica.it/articolo/1351154?sp=y