Un ambigüedad deslizada en el Sínodo (P. Miguel Ángel Fuentes, IVE)

tomas_de_aquino_santoEn la información de Zenit del 14 de octubre se reportan la conclusiones de los círculos menores correspondientes a ese día.

Me llama la atención una seria ambigüedad deslizada en el círculo de lengua española moderado por el cardenal Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga y cuyo relator es el cardenal José Luis Lacunza Maestrojuán, en el que se indica, entre otras cosas, que

“la misericordia de Dios no se puede condicionar, siempre lleva la delantera. Santo Tomás dice al respecto que, en Dios, la misericordia es la máxima virtud y el perdón es la más alta manifestación del poder divino. El perdón que Jesús nos ganó en la cruz no tuvo ninguna condición”.

La última afirmación es inexacta y admite, incluso, una interpretación dogmática y moralmente errónea. Decir que Jesús en la Cruz nos ha obtenido el perdón “sin ninguna condición” sólo puede ser verdadero en un sentido amplísimo, entendido de lo que la teología llama “voluntad antecedente de Dios”, que quiere que todos los hombres se salven (aún así, tal como está dicho, el buen sentido se salva si se lo tira de los pelos). Y por eso Jesús pide al Padre que perdone a sus verdugos “porque no saben lo que hacen”. Pero es erróneo si se entiende de la “voluntad consecuente” de Dios, por la cual Dios quiere perdonar sólo al que se arrepiente de su pecado (¿no es eso lo que le dice al paralítico, y a la adúltera y a la pecadora…). Por eso en la Cruz Jesús le dice al buen ladrón que estará con Él en el paraíso, pero no se lo dice al mal ladrón que blasfema impenitente del otro lado, ni tampoco a quienes lo increpan al pie de la Cruz, aun cuando mantenga firme su voluntad de perdonarlos si se arrepienten de sus pecados y cambian de vida, y está allí, derramando su Sangre, para que ocurra justamente eso. Esto es lo que dice expresamente santo Tomás a quien se alude en el mismo párrafo (supuesto que solo le atribuyan la frase anterior y no la que cuestionamos, aunque en buena lógica si apelo a la autoridad de un autor para sentar un principio no puedo continuar mi razonamiento con una conclusión contraria al pensamiento del mismo). Y puesto que citan a Santo Tomás, sería bueno que lo lean para enterarse de cómo pensaba él esos temas. Transcribo lo que escribió el Aquinate precisamente a raíz de una objeción en que se citaba la frase paulina: “Dios quiere salvar a todos los hombres, y que lleguen al conocimiento de la verdad” (1Tim 2,4):

“La frase del Apóstol: «Dios quiere salvar a todos los hombres», etc., puede ser entendida de tres maneras: 1) Acomodando la frase con el siguiente sentido: «Dios quiere salvar a todos los hombres que son salvados», y, como dice Agustín, «no porque haya algún hombre al que no quiera salvar, sino porque no se salva nadie que Él no quiera salvar». 2) Ordenando la frase por géneros de individuos, pero no por individuos de cada género, con el siguiente sentido: «Dios quiere salvar a los hombres de todas las condiciones: machos y hembras, judíos y gentiles, pequeños y grandes; sin embargo, no a todos de todas las condiciones». 3) Según el Damasceno, hay que entender la frase referida a la voluntad antecedente, no a la consecuente. Esta distinción no es aplicable a la voluntad de Dios, en la que no hay ni antes ni después; sino que hay que centrarla en lo querido. Para entenderlo, hay que tener presente que cada uno, en cuanto que es bueno, es querido por Dios. Puede haber algo que en la primera consideración, es decir, absolutamente, sea bueno o malo, y que, sin embargo, considerado con algo adicional, que es la segunda consideración, sea lo contrario. Por ejemplo, considerado absolutamente que el hombre viva, es bueno; matarlo, es malo. En cambio, si algún hombre es un homicida o un peligro social, es bueno que muera, es malo que viva. Por eso puede decirse que un juez justo con voluntad antecedente quiere que el hombre viva; con voluntad consecuente quiere colgar al homicida. De modo parecido, Dios quiere con voluntad antecedente salvar a todo hombre; con voluntad consecuente, y por su justicia, quiere castigar a algunos” (Suma Teológica, I, 19, 6 ad 1).

Y el mismo santo Tomás, invocado por este grupo sinodal, acepta la afirmación de la carta a los Hebreos según la cual Esaú no alcanzó el perdón divino, y la de 2Macabeos que dice, análogamente, que tampoco Antíoco alcanzó misericordia, y atribuye los dos casos de no aplicación del perdón y de la misericordia, a la falta de arrepentimiento. Cito textualmente:

“Dice el Apóstol en Heb 12,17 que «Esaú no encontró el perdón aunque lo buscase con lágrimas». Y la Glosa comenta: «Esto es, no obtuvo el perdón y la bendición mediante el arrepentimiento». Y en 2 Mac 9,13 se dice de Antíoco: «Oraba el malvado al Señor, de quien no había de alcanzar misericordia» (…) [A lo que respondo]: Esaú no hizo verdadera penitencia. Y esto se ve claro por aquello que dijo: «Ya están cerca los días de duelo por mi padre, y entonces mataré a mi hermano Jacob» (Gen 27,41). Igualmente, tampoco Antíoco hizo verdadera penitencia. Porque se dolía de sus culpas pasadas no por la ofensa de Dios, sino por la enfermedad corporal que padecía (2Mac 9,5)” (Suma Teológica, III, 86, 1, objeción 1ª y respuesta ad 1).

Estoy muy feliz de que los padres sinodales vean la importancia de enrolarse en la escuela del Angélico Doctor. Y me pondría mucho más contento, si quienes lo citan se toman el trabajo de leerlo para no maridar su pensamiento con ideas que él no habría aceptado sin las debidas correcciones. Y, sobre todo, porque, como dijo San Pío X, “en sus libros aprovecha más el hombre en un solo año que en el estudio de los demás en toda la vida”.

 

P. Miguel Ángel Fuentes, IVE

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